El día 11 de marzo, antes de que el Gobierno decretara el confinamiento, escribí que la solución a la Covid-19 era el aislamiento, el 1 de abril insistí explicando que en los siglos XVIII y XIX la mortalidad epidémica fue mucho menor en las masías que en los pueblos, porque vivían más aislados. La historia es muy útil porque, si se quiere, sirve para aprender del pasado.

¿Y qué nos dice sobre el desconfinamiento? La historia demuestra que la naturaleza tiene una secuencia periódica, que la demografía, el clima, la economía y tantas cosas son cíclicas, que los seres vivos, ya sean personas, animales, vegetales o microbios también lo son, porque nacen, crecen, decrecen y mueren. Pero, a pesar de que la existencia de las fases es tan antigua como la representación iconográfica de la «Rueda de la Fortuna» (de la que hay un magnífico ejemplo en Alcañiz), los seres humanos, que tenemos la capacidad de imaginar, tendemos a creer que los ciclos no existen y nos afligimos o nos alegramos pensando que los males serán eternos o que la fortuna será perpetua. Entre 1528 y 1833 he contabilizado 47 fases epidémicas en Valderrobres con un incremento de la mortalidad por encima del 50 %, lo que significa una epidemia cada 6,5 años de media. Hasta el siglo XVII el gran azote fue la peste, en el XVIII la viruela y luego una amalgama de enfermedades contagiosas como la difteria, el sarampión, la fiebre amarilla, el paludismo, la disentería o el cólera. La mayoría de esas crisis de mortalidad duraban una media de tres meses, concentrados en determinadas épocas del año, según la enfermedad, y en la mayoría de los casos no tenían rebrotes en los meses siguientes. Las únicas que tuvieron duraciones más largas fueron las alimentarias, producidas por las malas cosechas y la carestía. Ese era el principal problema.


Lo que quiero decir es que, si nos fiamos de la historia, esta crisis sanitaria acabará pronto y la Covid-19 será derrotada, para lo que tenemos una ventaja y un inconveniente. La ventaja es que la ciencia conseguirá las terapias y vacunas necesarias. La desventaja es que hoy, al contrario que hace cuatrocientos años, vivimos en un mundo globalizado y la epidemia puede ir rotando de territorio en territorio, adaptándose a los ciclos estacionales.

Manuel Siurana