Este sábado tuve el placer de asistir al acto de juramento del compromiso de Caspe, todo en un marco gótico custodiados por la «lignum crucis», y con unos recreacionistas dónde, como si fuese una máquina del tiempo, nos hiciesen volver al año de 1412.

Nos hace pensar en qué significó, en estos tiempos de enfrentamiento verbal continuo, donde da igual que sea un programa del corazón, un campo de fútbol o en el Hemiciclo de Las Cortes.
No sé si eran los cantos gregorianos, la liturgia en lengua vernácula, o un canto a capela, el olor a incienso que de alguna manera generaba un clima dónde solamente hacía volver a la actualidad la Inter actuación de algún medio tecnológico.

Si me preguntan qué es lo que me ha transmitido, a parte de una atención casi hipnótica, es lo que para el conjunto de nuestro país significó este acto. La primera vez que se llegó a un acuerdo en la elección de un rey sin el uso de la violencia y solamente después de haber escuchado a los procuradores de los pretendientes.

Una muestra de una madurez política, que hoy en día, nos llama la atención por su falta de uso, dónde la arena política pasa a convertirse en barro, dónde la contextualización pasa por una continua crítica, dónde, menos a las manos, parece que se vaya a llegar a todo, y eso sólo con el fin de imponerse la razón al uso de la fuerza mediática donde gana el que de alguna manera lo cuenta no como lo ha dicho el protagonista, si no como lo difunde el medio que más difusión o seguidores tenga, importando en ocasiones más bien poco el grado de veracidad del relato.

Como decía al principio, me quedo con lo que significó en su día y para la importancia que tuvo, el poso que dejó y la lección que en su día nos dieron, los compromisarios de Caspe, no sin intención, y tampoco sin convicción pues en las batallas dialécticas, de intereses y de sucesión a diferencia del ajedrez no existen la tablas pero en esta ocasión no importó el color de las piezas pues lo importante fue el beneficio de la mayoría.

Ejemplo de democracia, y de puesta en valor del valor de la institución por encima del individuo y no como ahora que están los individuos por encima de las instituciones.

José Miguel Celma. PP / Torrecilla de Alcañiz