Como de agua en el desierto se tratara, parece que esta semana (sí, esta semana, a mediados de octubre) el otoño se ha dignado a hacer acto de presencia. Tímidamente, pero algo es algo, que ya me veía yo en Navidad con camisetas finas y sin poder sacar el edredón del armario. Pero no, eso no va a ocurrir.

El otoño ha llegado para quedarse. Y la gente no se lo ha pensado dos veces a la hora de inmortalizarlo en sus perfiles de las redes sociales. ¡Qué fotos más bonitas! ¡Cuánto colorido! Las hojas marrones, las calles mojadas, los paraguas, las chaquetas, el chocolate caliente, las miradas perdidas al horizonte en actitud reflexiva… A la hora de posturear, ¡no nos gana nadie! Da igual si todo lo que sale en la foto es mentira o es un montaje porque la ves y te dices a ti mismo: «Pero… ¡qué bonita!». Da igual si has tenido a tu madre, a un amigo o a tu novia haciéndote la foto durante media hora para que quedase «perfecta» porque luego el resultado merece la pena. Es por el postureo que el encontrarte por la calle con una estampa así ya no resulta cómico, lo hemos aceptado. ¿Estamos en un mundo donde lo más importante es el aparentar? ¡Ay!