La felicidad no es una situación determinada. Más bien se trata de la actitud que tomamos ante esas circunstancias que nos tocan. Lo hemos mencionado en alguna ocasión. Hoy me reafirmo.
Pensaba precisamente en el «Bolozon», que comparte nombre con una comuna francesa no demasiado distante de Suiza, pero que sin embargo se trata de una suerte de plataforma comercial con envío a domicilio incluido que funcionaría de un modo similar a «Amazon», pero en clave toledana. Desde su funcionamiento decían los comerciantes de Toledo (los toledanos se conocen también como «bolos») que las ventas estaban siendo más exitosas que nunca.

He aquí como de una necesidad se ha hecho una virtud, y cómo de una situación desesperada creada por la pandemia, el ingenio ibérico, en este caso, ha sido capaz de darle la vuelta a la tortilla para lograr sacar un rédito, mayor, incluso, que el que hubo en tiempos previos.
Cierto es que cada lugar es un mundo, y que la prensa sólo suele fijarse en los casos triunfantes. Posiblemente otras ideas surgidas en tiempos de necesidad no habrán prosperado. Pero valga este ejemplo como idea de que nunca hay que darse por vencidos, aunque parezca haber huido toda esperanza. Porque esa felicidad que buscamos detrás de todas nuestras acciones, como hemos subrayado antes, es cuestión de voluntad.

Sería interesante ver un «mañozon» que permitiera sobrevivir al pequeño comercio. Hay empresas que se dieron cuenta hace tiempo. Otras lo empiezan a ver ahora. Todo es cuestión de analizar la viabilidad de las cosas, medir riesgos y tirar hacia adelante. Siempre es igual. Sobrevivir o morir. Readaptarse una y otra vez cuando parecía que se había alcanzado el equilibrio y cualquier circunstancia lo rompe. Llevar la vida a sus máximas consecuencias. Valorar las cosas. Eso es vivir.

Y entre tanto se acercan las Navidades. Dicen en los anuncios que vaya año pésimo ha sido este 2020. Efectivamente lo es para muchas familias. Para las que han perdido a alguien. Para quienes han perdido su negocio o su trabajo. Para quienes no tienen otra cosa que volver a empezar con ganas o sin ellas. Pero eso mismo ha ocurrido antes de la pandemia y seguirá ocurriendo cuando los datos de contagios mejoren, porque cada uno cuenta el cuento de la manera en la que le vaya la historia.

Para mí ha habido años infinitamente peores que éste. El 2000, que tanto celebraba la gente fue sin duda el que me dio de bruces con la vida real y me despertó de un tortazo. 2005 fue para olvidarlo, y en cuanto al 2012, fue otro «Annus horribilis» en mi vida, aun cuando otras personas decían desde su perspectiva que ojalá todos los años fueran ése. Sin embargo este año puedo decir, que aun con toda la situación de fondo, he alcanzado la felicidad que da ser dueño de mí mismo y de mi destino sin que nadie pretenda decidirlo por mí (yo me entiendo).

Ojalá ustedes puedan serlo. No les deseo riquezas materiales ni tampoco pobrezas (hay quienes son tan pobres que sólo poseen dinero). Tampoco pediré porque sus circunstancias sean buenas o malas, porque de todo nos viene y a cada momento. Sin embargo sí que espero una cosa para todos nosotros. Que vengan las cosas como vengan, sepamos ver, aprovechar y disfrutar su lado bueno; porque las cosas no son un premio o un castigo objetivos, sino lo que nosotros queremos que sean. Dicho esto, pasen una feliz semana, y a más ver, amigos.

Álvaro Clavero