Y sin darnos cuenta ya hemos entrado en Mayo, e incluso ha quedado atrás el Día de la Madre, una de las muchas celebraciones que deberíamos honrar todo el año, pero que por estos lares se celebra el primer domingo de este mes, y en otros países tiene otro día de celebración que no recuerdo exactamente.

Los patios de Córdoba están en flor. Y también las terrazas y jardines. Éste es uno de los momentos más maravillosos por los que pasa la Naturaleza en el Hemisferio Boreal. Quedan lejos los días de invierno. El calor ya está más que instalado, aunque un poco de repente.
Y las medidas «carcelarias» se van relajando poco a poco entre avances y retrocesos, dando tumbos como el muchacho con los ojos vendados que intenta golpear sin éxito la piñata. Ésa es la imagen que representa este gobierno a mi modo de ver, pero ésas son otras historias que no vienen al caso y que como diría Salvador Dalí «roen la poesía».

Imagino esos hermosos jardines interiores de la que fue la capital del Emirato y posiblemente la urbe más floreciente de Occidente en torno al año 1000. Un esplendor que pocos disfrutan. Una belleza regalada en silencio, sin alabanzas ni adulaciones. Algo sincero y porque sí. Como el Amor.

Lo mismo debe pasar con el campo. Lo echo de menos. Y eso que los pólenes más que abundantes hacen despertar las alergias, los estornudos consiguientes y los ojos rojos que pican hasta la saciedad.

Ya falta menos y en estas cuitas avanza el año. Un año que muchos dirían que nos han robado, pero que hemos tenido para conocernos a nosotros mismos un poco mejor. Todas estas semanas, que suman casi dos meses, están sirviendo para desenpolvar fotos y recuerdos. Para hacer «reformas urbanísticas» sin salir de casa. Para reordenar la casa y la vida. Y sobre todo para dejar bien clara la escala de prioridades.

Sigo lamentando la situación de quienes han perdido a alguien. Y por esa precisa razón es menester que los que estamos valoremos más que nunca todo lo que tenemos. Lo digo mucho últimamente.

Pero la vida, incluso dentro de las cuatro paredes de casa, es un precioso regalo que tenemos que degustar dentro de un cuidado protocolo. El ritual exige que a veces nos revolvamos contra los sorbos más amargos. Pero gracias a éstos apreciamos mejor los tragos dulces que vienen después.

Es como el té que toman los árabes. Dicen de hecho que es la mejor metáfora de esta vida a la que me refiero. Una montaña rusa de sensaciones contrastadas que nos pinta lo que tenemos enfrente, por delante y por detrás.

Queda lejos aquel 14 de marzo en el que, aparte de ser el aniversario del nacimiento y la muerte del inolvidable Maestro Félix, fue el día en el que la vida que conocíamos quedó congelada como un fotograma. Nos metimos en casa siendo aún invierno y saldremos con el verano, al menos climatológicamente hablando.

Toca ser cautos, sin embargo. Y pensar que los repuntes acechan y penalizan los menores descuidos, propios y ajenos. Reflexionemos. Feliz semana y a más ver, amigos.

Álvaro Clavero