¿Cuántas escuelas rurales quedarían abiertas? ¿Cuántos pueblos cerrados? Todo depende del cristal con que se mire, o dicho de otro modo, de las políticas públicas que se desarrollen. Así pues, frente a los que alardean de luchar contra la despoblación cerrando colegios con hasta 6 niños, los socialistas apostamos por la escuela rural como eje fundamental sobre el que centrar las políticas públicas para vertebrar el territorio.

La escuela rural no es cuestión de números, ni de cifras, ni de rentabilidad;, es cuestión de letras, de principios, de derechos, de garantizar igualdad de oportunidades independientemente de donde se nazca o resida. Ahí es donde radica la esencia de la escuela pública, la que salva a nuestros pueblos de una muerte anunciada.

Cuando hablamos de escuela, automáticamente nos viene a la mente la imagen de una escuela urbana. Este es el pensamiento de gran parte de la gente que vive en una sociedad con un entorno y una cultura mayoritariamente urbano, donde se nos llena la boca hablando de libertad de elección de centro, mientras que los que residimos en los pueblos tenemos que dar gracias por disponer de una escuela cerca de nuestro municipio. Muchas veces no somos conscientes de lo que supone para una familia residente en un pueblo pequeño sin escuela donde llevar a sus hijos, que tengan que utilizar el transporte escolar a diario para llevarlos a otra localidad para disfrutar de este derecho y cumplir con su obligación.

Los poderes públicos deben garantizar que las escuelas rurales estén abiertas hasta sus últimos días. Porque cuando se cierra la escuela de un pueblo, desaparecen muchos de los servicios. Por ello, hay que poner encima de la mesa todas las facilidades y apostar por aquellos que deciden quedarse en las zonas rurales. Porque cada persona es un tesoro para un pueblo.

Conscientes de la gran valía que tiene la escuela rural frente a la despoblación, desde 2015 el sistema educativo aragonés ha experimentado un cambio radical, revirtiendo la herencia que dejó el PP. Se pasó de los recortes y cierres de escuelas rurales, de un partido poco de fiar que siempre mira por los colegios privados y concertados de Zaragoza, a destinar más del 35% del presupuesto en materia educativa al 17% del alumnado, de cerrar escuelas con 5 niños a tener más de 20 con menos de 6. Se han necesitado 8 años para recuperar derechos y generar un marco estable para seguir avanzando.

Llegados al final de legislatura toca hacer balance y reflexionar sobre las distintas maneras de hacer política. Es importante recordar la trayectoria educativa con modelos de gobernanza anteriores, que supusieron un paso atrás en muchas de las mejoras que se habían logrado consolidar con gobiernos progresistas. Condiciones laborales pésimas, ratios elevadas, recortes a la atención a la diversidad, por no hablar de la equidad y la inclusión que quedaron olvidadas. Es muy fácil destruir y muy difícil construir.

La solución no sólo pasa por la educación sino por llevar a cabo políticas de empleo, ayudas a la natalidad, a la vivienda, o al alquiler, entre muchas otras, sino que también pasa por el compromiso de todos. Gobiernos, Diputaciones, Comarcas, Ayuntamientos, o Instituciones, apostando ineludiblemente por la supervivencia de la escuela rural, porque sin escuela los pueblos van apagándose; porque un pueblo sin escuela, es un pueblo abocado a la desaparición.

Apostar o no por la escuela rural no es cuestión de datos técnicos, de cálculos aritméticos o de solvencia económica;, invertir en la escuela rural es una obligación, es defender el futuro de nuestra tierra. Mantenerla es preservar parte de nuestra riqueza más preciada, nuestros pueblos, y es una cuestión simplemente de voluntad política.

La escuela rural es innovadora, garante de la equidad, vertebradora y dinamizadora cultural, un magnífico laboratorio de ideas. Es el paradigma del sistema educativo aragonés donde cada persona es un libro, cada calle una escuela y cada niño un aliento de vida rural. Es una de nuestras fortalezas. Es, simplemente, el motor y el corazón de un pueblo.

Mari Carmen Soler. Alcaldesa de Mirambel y diputada en las Cortes de Aragón