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Las noches de verano en los pueblos son especiales. El sentarse tranquilamente en la calle a la fresca con vecinos y familiares, es algo que difícilmente pueden disfrutar aquellos que viven en las ciudades.

Te da la oportunidad de conversar y escuchar a los mayores contando sus vivencias de cuando ellos eran chicos. Historias de tiempos duros y difíciles que parecen increíbles para los más jóvenes y que sin embargo son totalmente reales. Te cuentan que la mayoría de las familias tenían 3 o más hijos y que el dinero brillaba por su ausencia, por lo que los niños y niñas de corta edad ayudaban a sus padres en el campo o con el ganado para poder comer diariamente. Para colmo de males tuvieron que vivir una guerra civil. «Una contienda que nunca debió suceder», como aparece en el monolito de la Plaza Mayor de Ariño, en memoria de todas las personas que perdieron la vida en esta guerra. Recuerdan que, al igual que hoy, en el pueblo había muy buenas personas y que la solidaridad reinaba entre la mayoría de los vecinos. Pero que también había alguno de mala catadura moral. Te advierten que los descendientes, hijos e incluso nietos, no solo heredan la apariencia física, sino que en ocasiones han heredado también sus defectos. Como decía mi abuelo «Chaqueteros y ramplones, en cada pueblo, montones». Es importante escuchar los consejos de nuestros mayores, tanto para lo bueno como para lo malo, ya que su experiencia vital hace que conozcan muy bien a las gentes de su entorno. En estos tiempos donde se ponen en entredicho derechos adquiridos gracias a la lucha de nuestros mayores es necesario mantener en nuestra memoria lo que sucedió en el pasado para no volver a cometer los mismos errores.