Apareció como de la nada el proyecto llamado España 2050, la agenda de buenas intenciones surgida desde los laboratorios de Moncloa. Lo he leído un poco por encima, pues son más de seiscientas páginas, no pretendo condenar, aunque el tufillo a mamandurria es evidente, pero es verdad, que algo que causa crítica general es el cortoplacismo que reina en nuestros dirigentes y que como país no tengamos claro lo que queremos ser cuando seamos grandes. Y esto, aunque muy liviano, no deja de ser un intento al menos de orientación, aunque las circunstancias de la realidad, no inviten a elaborar muchos pronósticos…

La España rural tiene su capítulo, ese sí que lo he leído con más detenimiento, no dice nada que no sepamos y denunciemos desde hace tiempo. De hecho, saben y sabemos que, si la cosa no cambia mucho, para esos tiempos futuros aún seremos menos, casi la mitad para ser exactos. También aportan ideas manidas, pero necesarias, hacer llegar las nuevas tecnologías, garantizar y ampliar servicios, centrarse en el empleo, etc. El problema de siempre y que es nuestra condena, es que la España rural, rara vez pasa de las palabras a los hechos mayores.

Estamos luchando a contracorriente, contra un mundo y mentalidad urbana y estamos perdiendo. Debatían en las Cortes sobre el tema y es darle vueltas a la misma botella vacía desde hace años y años. Sí, se gestionan fondos que sirven innegablemente para mejorar la vida de personas y pueblos, pero es insuficiente, es insuficiente porque si todos sabemos los problemas y parte de la solución, no aplicarla es como tener la respiración asistida enchufada, pero sin posibilidad de recuperarnos, aun teniendo las herramientas.

Y ha sido así desde hace mucho tiempo y al final solo nos quedan las fuerzas locales vivas. Ha vertebrado más el territorio este periódico o su radio, los supermercados de Alcañiz, un torneo de Fútbol Sala con gente de todos los pueblos, los lugares a visitar en distintos pueblos o la historia y tradiciones comunes, que ninguna iniciativa surgida desde despachos.

Tampoco sé si sería la solución perfecta, pero a lo mejor más allá de estrategias y debates, habría que centrarse en ayudar a lo que todavía nos queda, lo mantengo hace muchos días, la batalla ahora ya no es por el crecimiento, es en muchos pueblos por mantenerse, porque al ritmo que vamos, demos por hecho que en el 2050 ya no existirán muchos pueblos que aún hoy tienen algo de vida. Así que pensar en tan largo plazo, aunque necesario, no deja de ser surrealista, para lugares en los que la propia naturaleza de la longevidad humana nos indica que igual ni llegan a la España del 2030. No lo quiero plantear como un lloro o queja, el primer derecho es el de que nadie tenga que vivir de manera obligada en un lugar, pero sí se puede orientar de manera más eficaz todo y hay muchos proyectos locales y personas con potencial, ese es nuestro nicho a día de hoy y ese debería ser nuestro esfuerzo.

Víctor Puch – Sal en la herida