Hablábamos la semana pasada de los auténticos supervivientes, de los sueldos injustos de la gente, tanto por lo alto como por lo bajo, y esta ocasión, cuando Aragón se abre a la fase tres, henos aquí de nuevo, como nuevos supervivientes que caminan hacia la nueva normalidad causada tras el nuevo COVID. Todo parece nuevo. Pero el virus sigue presente, y mientras la sensatez de la gente no reine, la libertad de hoy será el nuevo encierro de mañana.

Puedo entender que un porcentaje significativo de la economía de este país se base en el mundo de la hostelería y la restauración, que son dos de los sectores a los que la pandemia está castigando con mayor ahínco. Y que haya que evitar su hundimiento. Pero a veces entre el personal que sale a la calle masivamente el sentido común es el menos común de los sentidos, como reza el dicho popular.

En cierto modo cuando veo las hordas de personas que han tomado la calle como si no hubiera un mañana me vienen a la mente las manadas de mamuts corriendo hacia el precipio y empujadas por los cazadores paleolíticos. Es sorprendente la memoria tan frágil que tenemos a veces.

Sin embargo hay ocasiones de ésas en las que nos reconciliamos con la humanidad. Como este verano la mayoría de los pueblos van a tener que suspender sus fiestas, en un municipio español se les ocurrió la idea de destinar la partida económica de las fiestas a adquirir test para detectar posibles positivos de la enfermedad, y proceder a una contención más efectiva sin comprometer otras actividades económicas de la población.

Ojalá fuera el caso en más sitios y ese ejemplo prendiera la mecha en otros lugares, que sin duda podrían proceder de la misma manera. Leía que esos test tienen mucho peligro por otras razones, pero desconozco hasta qué punto ésas noticias tienen base real o forman parte del nutrido repertorio de falsas noticias que pululan tanto por esos mundos virtuales de Dios.

Sea como fuere, ya tenemos el verano desde hace bastantes días. Y los chavales harán la Selectividad, mientras los más pequeñajos hace tiempo que disfrutan de unas vacaciones, extrañas, inéditas e incógnitas. Además de largas. Una misión casi imposible para la mayoría de padres, por otra parte.

Y es que es complicado trabajar y tener a los niños en casa. Unos niños que, como es normal, no paran quietos un momento y necesitan actividad constante. Habrá que estar atentos a los dispositivos móviles con acceso a internet y juegos, la solución más socorrida -aunque peligrosa- que muchos progenitores encuentran para atajar la hiperactividad de sus retoños.

En fin, situaciones que antes no nos planteábamos y que ahora nos tenemos que plantear. Personalmente no creo que esto nos haga más fuertes como alardea la propaganda oficial del régimen. Pero no queda otra que tirar hacia adelante en estos tiempos nuevos, aunque no haya nada nuevo bajo el sol. Ni siquiera nosotros.

Concluimos ya estas líneas, y les planteo una pregunta: la nueva normalidad…¿significa que ahora haremos lo que antes no era normal? ¿Quiere decirnos entonces el señor Presidente del Gobierno que a partir de ahora debemos ser anormales? A lo mejor siempre lo hemos sido, a tenor de los comportamientos reinantes. Ahí lo dejo.

Feliz semana, y a más ver, amigos.

Álvaro Clavero