La que conocíamos como normalidad parece que ha vuelto, por lo menos a grandes rasgos, a Aragón, a excepción de Caspe. En las discotecas aragonesas, como en las de otras comunidades españolas desde hace unos meses, las restricciones se esfumaron la semana pasada.

Parece que ha acabado eso de reservar mesa en una discoteca para poder salir un sábado por la noche. Ya no hay que bailar con los brazos, la cabeza y toda parte del cuerpo que pueda moverse, mientras el culo permanece sentado en una silla, al ritmo del tema del momento. Incluso las mascarillas ya no son un complemento indispensable para muchos.

Sin embargo, este espejismo de 2019 (ese momento en el que si alguien hubiera dicho que se avecinaba una pandemia, poca gente le habría creído) ha inundado las salas de baile con todo lo que conlleva. Han regresado los empujones para bailar, las interminables colas para entrar a los baños, y el sufrimiento de dejar la chaqueta en alguna esquina y rezar (y vigilarla) para que siga ahí al terminar la noche.

El pasado fin de semana salí de fiesta y pude apreciar cómo 2019 ha vuelto a las discotecas. Y los que somos adeptos a bailar hasta que encienden las luces a las tantas de la mañana nos hemos vuelto a sentir «en nuestra salsa». Más de un año después de la última vez que salí en una sala de este tipo, el sábado volví a sentir el cosquilleo de la emoción al bailar algunas de mis canciones favoritas entre tanta gente, con la motivación que eso conlleva.

Pero 2019 no ha regresado tal y como lo dejamos, sino que ha evolucionado en el tiempo. A pesar de mis 21 años, el pasado sábado sentí un repentino golpe de realidad al ver que ya no era la generación más joven de la noche. También pude percibir cómo el fenómeno TikTok había calado en las discotecas. Se podía apreciar que había ciertos estribillos que tenían una coreografía, conocida por la gran mayoría, con la característica de que están pensados para bailarlos frente a una pantalla. Esos bailes que tanto calaron durante el confinamiento, y que después continuaron en auge sobre todo entre el público joven, han llegado al ocio nocturno para quedarse.

Quizá hayan podido oír alguna expresión como «una fiesta de 2019» u otras relacionadas con aquel año. Pero desde luego, de lo que no cabe duda es de todo lo que la sociedad ha vivido. Por ello, está claro que este nuevo 2019 no puede obviar la huella que han dejado el 2020 y el 2021.

Pilar Sariñena. A corazón abierto