Hace unos días, los principales medios de comunicación locales anunciaban a bombo y platillo una gran noticia para la ciudad de Zaragoza: «¡Llega Amazon Fresh!». Resulta que el gigante del comercio electrónico ha activado su servicio online de alimentación. Ahora, acercan la cesta de la compra a casa en menos de dos horas; tanto a la capital como a los 23 municipios de su entorno.

A priori, todo son ventajas. Es innegable el progreso que evidencia desarrollar proyectos logísticos de esta envergadura. Tampoco podemos negar la comodidad que genera tener la compra en casa al instante sin tener que desplazarnos: puedes tener tu compra en un máximo de dos horas. Suena bien ¿verdad?
Pero… ¿qué pasa si miramos más allá de esta comodidad y rapidez? Trabajos precarios, monopolios, contaminación por transporte y los cierres del negocio local son algunos de los aspectos que sumamos a la cesta virtual cada vez que pulsamos el botón de «comprar».

Resulta curioso que, mientras fantaseamos con la idea de ir al mercado central o las pequeñas tiendas de barrio a realizar nuestra compra diaria, tenemos en nuestro móvil cientos de aplicaciones que nos alejan de esta realidad cada día más. Mientras elogiamos el lujo que supone saborear «un tomate de verdad», engordamos negocios que, con su política de precios, hacen que, los que estén vendidos sean los productores.

A punto de cumplir 30 años, me incomoda sentir cierta decepción hacia este tipo de negocios. Progreso, tecnología, evolución, etc. Pero en vez de eso, veo futuros barrios deprimentes y sociedades deprimidas. Nosotros, los llamados «millennials» anhelamos calma, silencio y una vida tranquila mientras que somos nosotros mismos los que promovemos un modelo de consumo que nos aleja de todo ello.

Isabel Esteban. Las cosas que importan