El significado que cada persona concede a la Navidad es algo íntimo y personal. Para muchos es el tiempo en el que los seres queridos vuelven a casa, para otros es la época de dejar libre al consumista desmesurado que todos llevamos dentro y para los estudiantes es el momento de preparar los exámenes que esperan en enero. Se le dé el valor que se le dé, lo cierto es que, al menos oficialmente, celebramos un nacimiento. Algo que en Teruel realizamos durante todo el año. Un nacimiento siempre es motivo de alegría y festividad, pero en una provincia como la nuestra es motivo especial de celebración. No es casualidad que, mientras en Zaragoza bastaran tres minutos para conocer al primer bebé del año, en Teruel necesitáramos diez horas y en el Bajo Aragón dos días.

Leyendo las noticias en las que los padres mostraban con orgullo a sus precoces hijos hubo un dato que llamó mi atención. La primera niña bajo aragonesa tiene unos padres de nacionalidad rumana, los de la primera oscense proceden de Marruecos y el nacido en Zaragoza tiene ascendencia sudamericana.

Este hecho, que podría ser anecdótico, refleja el importante papel que los extranjeros juegan en nuestra comunidad. Según los datos disponibles más recientes del Instituto Aragonés de Estadística, del total de personas censadas en Teruel a uno de enero de 2017, un 9,9% eran extranjeros. Esto quiere decir que, de una población de 135.562 habitantes, 13.556 personas eran inmigrantes.

En los tiempos que corren son muchos los que se alertan con estos datos al considerar que tanta población extranjera pone en riesgo nuestra integridad, nuestras costumbres y nuestra identidad. Más allá de lecturas simplistas, la historia de nuestra tierra nos recuerda que no existen españoles puros, signifique lo que signifique esa expresión. Alcañiz, Alcorisa o Albalate tienen origen musulmán, podemos presumir de nuestro arte mudéjar gracias a los musulmanes que permanecieron en territorio cristiano y las Cortes de Aragón, el órgano que representa a todos los aragoneses, se reúne en la Aljafería.

La última década ha sido dura, la crisis económica nos ha puesto a todos contra las cuerdas, pero es en estos momentos en los que se mide la grandeza de un pueblo. Podemos responsabilizar a los inmigrantes de todas nuestras calamidades, o podemos demostrarles que somos un pueblo integrador, donde todo el mundo es bienvenido. Porque ser aragonés no depende de lo que diga tu DNI, sino del amor que sientas por esta tierra, vengas de donde vengas. No nos dejemos llevar por lo que digan ciertos «salvapatrias», y estemos agradecidos porque haya personas que elijan esta tierra para emprender una nueva vida. Gracias a ellos, muchas de nuestras escuelas siguen abiertas, nuestros pueblos siguen habitados y crecemos como el pueblo mestizo que siempre hemos sido.

Desde aquí doy la enhorabuena a los padres de esas preciosas criaturas y os deseo a todos un próspero año y un feliz día de Reyes.