Si algo nos define como seres humanos es nuestra capacidad de decidir nuestro destino y de cómo queremos alcanzarlo.  Lo más difícil y lo más importante es elegir nuestro destino.  Cuando era niño, me llamó la atención una frase de Antoine de Saint-Exupéry, el famoso escritor y aviador francés, autor de «El Principito». La frase decía: «El mundo entero se aparta cuando ve a un hombre que sabe adónde va». Y, para hacer el camino, encontré algunas respuestas en el famoso cuento del País de las Maravillas de Lewis Carroll, Alicia interroga al Gato de Cheshire,  qué camino debe tomar. Cheshire responde: «Eso depende mucho de adónde quieres ir. Si no sabes adónde quieres ir, no importa el camino que tomes».

De las enseñanzas que nos han transmitido los grandes sabios del pasado, y entre ellos siempre incluyo a nuestros padres, cito un consejo relevante. «Tienes que saber quién eres ahora, y el tipo de persona que quieres llegar a ser. Tienes que hacer un esfuerzo de reflexión para definir tus valores, tus talentos y tu misión en la vida. Algunos valores no son peores que otros, pero si quieres elegir tu destino es importante que sepas cuáles son, qué cosas son importantes para ti y a qué valores no estás dispuesto a renunciar. Por otro lado, están tus talentos, que son las cosas que se te dan bien de forma habitual, que disfrutas haciendo, que merecen eternizarse y te hacen sentir feliz. Y tu misión es cómo puedes utilizar esos talentos para aportar valor a tu gente y al mundo, y ganarte la vida con ellos.

La experiencia refleja dos tipos de viajes. «Por una parte, «un viaje circular, el del retorno al lugar de origen que describen la Odisea de Homero. Por otra, el viaje sin retorno que transforma a un individuo que decide no volver a vivir en su casa o en su tierra natal tal como lo describe La Odisea de Nikos Kazantzakis. Estas dos formas de viaje marcan la vida. La nuestra y la de la sociedad, porque no hay viaje sin salir de casa. No viajar es también una elección y un destino.

Conforme la educación se ha extendido a la mayor parte de la humanidad, el deseo y la motivación de viajar ha aumentado constantemente, pero el deseo de viajar ha existido siempre, y los grandes viajes han marcado la historia, y pienso en Marco Polo, en Cristóbal Colon o en Neil Armstrong, el primer hombre en llegar a la Luna.

Son motivaciones que en gran medida tienen un importante componente de espiritualidad. Eso es el deseo de ser mejor. Nuestro viaje personal puede ser una peregrinación, o un exilio, o un destierro o simplemente una búsqueda. Plutarco, el gran historiador y viajero, nos enseñó que «el ser humano conforme se muda de lugar y de sociedad se encuentra en condiciones de descubrir o de comprender más profundamente todo cuanto tiene en común con los demás hombres, uniéndose a ellos más allá de las fronteras de lo local y de lo particular».  Admiro a Plutarco que como historiador siempre estudió y describió la vida de seres concretos.

Viene lo anterior a cuento de lo que a mi me parece un olvido imperdonable cuando se trata el «problema» de la despoblación. Siempre hablamos de lo económico, de la igualdad o de la justicia social, olvidando lo profundo del ser humano y su búsqueda de destino. Estoy a favor de todo lo que mejore la vida del mundo rural. Pero creer que la gente se va por las solas razones materiales es una equivocación. Da igual cual sea el tamaño de una población, siempre hay miles que sueñan con otra cosa. La despoblación tiene muchas raíces que no dependen del dinero. Nuestros padres crearon familias que hicieron crecer el paisa. Mis padres y mis abuelos dejaron sus pueblos de origen y buscaron su futuro en España y fuera de España. Y yo, que nací en Zaragoza he recorrido medio mundo, y sé que a pesar de mi amor por mi casa natal, no regresaré definitivamente nunca.  Las ciudades de nuestros sueños tienen, como nos enseñó Italo Calvino, un simple secreto, conocen solo partidas y no regresos. Cuando estoy en Zaragoza, yo casi viejo, veo pasar la juventud y mis deseos de joven son ya solo recuerdos.

Prefiero vivir un eterno viaje, haciendo realidad lo que mueve a la humanidad: la búsqueda de un futuro mejor. Pero la edad quizás me engaña, me produce miedos, me preocupan mis nietos, y me lleva a pensar que antes el futuro era mejor.

Antonio Germán Torres. Cierzo y bochorno