Es ver las noticias y echarnos a temblar. Aunque, en realidad, no es necesario sentarnos frente al televisor para que el miedo se apodere de nosotros. La información circula sin ningún tipo de control en grupos de WhatsApp, en las redes sociales e incluso en comentarios de la calle, en conversaciones del día y día. Y, sinceramente, nosotros ya no podemos más. Porque en esta pandemia lo que hoy «no tiene ningún sentido» mañana es obligatorio y así es realmente complicado mantener nuestras empresas. Y es que parafraseando la intervención de un famoso médico valenciano en un programa de máxima audiencia, «se dice una cosa, a los dos minutos la contraria, 30 segundos después la contraria de la contraria. Llegan a acortarse los plazos hasta el punto de que se dice lo contrario y lo diametralmente opuesto no muy seguido, sino simultáneamente, como el gato de Schrödinger, que estaba vivo y muerto a la vez».

Cuando el pasado martes, un compañero compartía en nuestro grupo de WhatsApp la noticia de que Cataluña estudiaba el cierre total de bares y restaurantes, saltó la alarma. La información que tanto temíamos no tardó en llegar. El viernes a las 17.00. Salud Pública anunciaba nuevas restricciones ante el incremento de casos de coronavirus en Aragón. Se trataba solo de un anuncio porque el debate y la búsqueda de consenso llegaría esta semana. Y entre tanto un fin de semana por delante en el que se sucedían las llamadas de los clientes a las que no sabíamos que contestar, ¿qué hacíamos con las reservas? ¿cancelábamos o manteníamos aquellas que superaban las 6 personas? ¿podíamos aceptar nuevas?

Somos conscientes de que estamos ante una crisis sanitaria de orden mundial en la que todos debemos de esforzarnos al máximo por salir lo más pronto posible pero, tras la primera oleada, ¿no hemos aprendido nada? ¿no somos capaces de adoptar medidas seguras, firmes y eficaces para combatir este virus mientras las empresas pueden seguir trabajando adoptando, como no podría ser de otra manera, todas las medidas sanitarias exigibles? Porque, de verdad, se nos cae el mundo a los pies cuando nuestros alojamientos, siguiendo las recomendaciones marcadas por el Ministerio, higienizan suelos, techos y paredes con vapor cada vez que entra un nuevo cliente. Cuando los dependientes de los pequeños comercios sufren dermatitis por el excesivo uso de gel hidroalcohólico. Cuando los restaurantes han tenido que reducir mesas para cumplir con la normativa de distanciamiento con un margen de beneficio que, en ocasiones, es nulo. Y mientras todo esto ocurre, los metros viajan atestados de gente sin ningún tipo de control y las grandes superficies comerciales están abarrotadas de personas que entran y salen, que lo tocan todo, que no guardan distancia de seguridad…

El desánimo campa a sus anchas entre los empresarios turísticos, las ilusiones y el futuro de muchos de ellos están en el aire. Y es que, abrir un pequeño establecimiento hostelero supone una inversión mínima de 30.000 euros (hablamos de un traspaso) y unos gastos fijos mensuales, además de los salarios, que no bajan de los 2.000 euros en el mejor de los casos: tasa de recogida de basuras, tasa municipal de terrazas, consumo eléctrico que puede ir de los 650 euros a los 1.700 euros, Impuesto sobre Bienes Inmuebles, alquiler de local…

La impotencia es total. Muchos de nuestros empresarios están haciendo un esfuerzo titánico recibiendo, además, una valoración muy alta por parte de los clientes. Cuentan con grandes trabajadores que se están implicando como si el negocio fuese suyo. Y pese a ello, el cierre lo ven cada vez más cerca mientras siguen haciendo frente a los innumerables gastos, generen o no ingresos.

Nuestra recomendación a más de uno es que se de una vuelta por cualquiera de nuestros restaurantes y disfrute de una buena experiencia gastronómica con productos propios del Bajo Aragón. Y es que, numerosos estudios han demostrado que la comida hace que el cerebro libere endorfinas endógenas que generan una sensación de placer tal que, estamos seguros, serán capaces de empatizar con nuestra situación actual. Solo así, con la colaboración de nuestros representantes, con el apoyo y la responsabilidad que están demostrando nuestros clientes día a día y con nuestra capacidad de trabajo, saldremos adelante.

Por favor, esperamos que nuestro grito de socorro llegue a quien corresponda. No nos soltéis la mano.

Nieves Ballestero – Gerente Empresarios Turísticos Bajo Aragón