Más de mil folios plagados de adjetivos muy positivos que rozan lo esperpéntico para crear una realidad paralela que parece más una película y que poco tiene que ver con lo que vivió el territorio bajoaragonés hace ya tres años. El expediente por el que el Ministerio del Interior concedió 18 medallas por la operación para detener a Igor el Ruso-actualmente suspendidas por la gran presión social y a la espera de juicio–está plagado de medias verdades y obvia todas las negligencias que se cometieron después del tiroteo en Albalate hasta los asesinatos.
Incluso se incluyen falsedades como que desde el día 5 se «reforzó la seguridad en la zona» a pesar de «no tener datos o información alguna que permitiese augurar lo que posteriormente iba a acontecer». Esta versión, que incluso la Guardia Civil mantuvo en sede judicial a través del teniente de Alcañiz, Horacio Requena, quedó desmontada con una nota informativa interna fechada un día antes del triple crimen y que sacó a la luz la viuda de Víctor Caballero recientemente que evidenciaba que la Benemérita sabía que el criminal seguía en la zona.

El expediente para la concesión de las medallas destaca especialmente la polémica figura del citado Requena, del que se dice que tuvo una «excepcional actuación» y un «comportamiento ejemplar» en la tarde del 14 pese a que no dirigió ningún operativo ya que tras los asesinatos se marchó a Alcañiz para acompañar a las viudas.

En el sumario, al que ha tenido acceso La COMARCA, se omite cuántos medios buscaron al criminal. Se nombra que se dispusieron todos los medios «posibles» cuando varios días solo salían dos personas por los montes bajoaragoneses; y pese a que se utilizó a dos civiles sin chalecos antibalas y a los que no se protegió después de recibir su ayuda. Tampoco menciona que, tal y como reveló La COMARCA, los principales informes para analizar los indicios encontrados en el masico de Albalate no se solicitaron hasta después de producirse el triple crimen.

Es más, el sumario instruido para la concesión de las medallas a propuesta del máximo mando de la Guardia Civil en Aragón, el general Carlos Crespo, no llega ni a decir, cuando plantea los hechos, el nombre de los tres asesinados por Igor el Ruso. Más tarde sí que cita a José Luis Iranzo pero sin nombrar que murió tiroteado. Simplemente que se «recogió» su cuerpo, que «se encontraba en el suelo en el acceso a su masico». Tampoco se recuerda que ese mismo día denunció que habían entrado a robar en su mas y que tan solo unas horas antes había estado a pecho descubierto guiando a la Guardia Civil por las cuevas de Valdoria y los agentes dejaron que regresara solo al Saso.
Tampoco se cita que los agentes no localizaron en un primer momento al padre de Iranzo porque se equivocaron de camino cuando acudieron a atender su llamada tras haber escuchado tiros y que para intentar llegar hasta el mas del Saso solicitaron ayuda a un civil. Este vecino de Andorra guiaba solo el dispositivo policial con su coche sin saber que acudía a un tiroteo y regresó solo a su domicilio.

Todo lo que se ha ido conociendo desde los asesinatos hasta ahora gracias a la labor de las familias, los Amigos de Iranzo, UAGA, la AUGC y los medios de comunicación-en el sumario se destaca la presión mediática que se ha «soportado»– ha creado un gran malestar entre la ciudadanía, consciente de que no se les protegió ni alertó del peligro que corrían cuando las autoridades aseguraban que podían salir al campo a recoger olivas.
Por ello, sorprende que en la propuesta para la concesión de las medallas, Crespo asegure que la detención del Ruso «permitió erradicar la palmaria sensación de inseguridad que se había creado y reforzar de forma contundente la imagen de la Guardia Civil gracias a la perseverancia, tenacidad y valor de los guardias.