Siempre me gustó la canción protesta. La música sirve para tantas cosas… como la literatura, es capaz de ir más allá del simple entretenimiento, y puede servir como un poderoso medio de expresión, como «arma» reivindicativa, como luz que ilumina las realidades más sombrías. Cuántas veces escuchamos en los medios noticias que se repiten, historias que son las mismas en lugares distintos. Apenas prestamos atención, hasta que algo nos sacude, nos estremece. Cada vez es más difícil, estamos saturados de información, sobrealimentados, y cada vez somos más indiferentes y estamos más alejados del dolor ajeno.

Con motivo del 50 aniversario del Golpe de Estado de Pinochet en Chile (un hecho que, aunque no ocurrió en nuestro país, nos recuerda los que se vivió un 23 de febrero), estos días se rememora el asesinato del cantautor Víctor Jara, una de las muchas víctimas de la dictadura. Han pasado décadas, y se sigue hablando de todo lo que rodeó a su muerte, pero lo que me removió entre tanta información fue escuchar una fría cifra, un simple número: el cuarenta y cuatro. Se trata del número de balas que utilizaron, gastaron y dispararon para acabar con la vida de una persona que, se puede suponer, estaba indefensa en ese momento, atada, destrozada por la tortura que recibió hasta el último momento. Cuarenta y cuatro impactos fueron necesarios para acabar con una bella voz que cantaba por la paz, por la libertad de sus compatriotas.

En ese contexto, me pregunto cuánto odio tiene que acumular un hombre para acabar con una vida de esa manera, con esa cantidad de disparos, rematar una y otra, y otra vez, hasta cuarenta y cuatro veces. Tristemente, es la historia que se repite, lo vemos a diario en cualquier punto de nuestro planeta: dos bandos, que al final se traducen en la lucha de dos vidas, de dos individuos frente a frente, que llegan a extremos tan diferentes, a veces sin ser conscientes de ello. Es aterrador pensar que la sociedad que vamos construyendo esconde ese tipo de actos tan oscuros, tan crueles, tan innecesarios. Vale la pena escuchar estos días canciones de Jara como ‘Te recuerdo Amanda’, ‘Pueto Mont’, ‘El niño yuntero’, ‘A desalambrar’… como antídoto contra ese odio latente con el que tenemos que convivir. La música siempre nos salvará de la bestia que habita en nuestro interior.

Laura Quílez. En busca del tiempo perdido