Sonarán hoy los villancicos en nuestros pueblos, que encenderán las luces de Navidad de la mano de las asociaciones de comercio locales para recordar que son ellas las que mantienen vivo el territorio e iluminan sus escaparates cada día. Lo celebraremos a lo loco, entre brindis y turrones. Se siente el desenfreno tras dos años de ausencias, sin querer recordar que el coronavirus sigue amenazando nuestro día a día. Consumiremos local, eso está garantizado. De hecho, ayer los bonos de descuento de Alcañiz que salieron a la venta se agotaron en menos de dos horas para muchos establecimientos. Habría que pedir otra remesa para enero, o febrero, que es cuando vendrán mal dadas, quizá confinadas.

Quiero pensar que el desmadre del covid en Alcañiz se debe a que nos queremos más que la media, nos achuchamos más tiempo y estamos unidos a través de una sociedad joven, viva y activa con enormes círculos de amistad. Quiero creer que la transmisión comunitaria se debe a que nuestra comunidad es muy grande. Pero los bulos y la desinformación son un enorme enemigo a combatir. Quiero pensar que los negacionistas son pequeños porque nuestro trabajo lleva un año y medio centrándose en informar muy a fondo de lo que el covid ha supuesto para nuestro medio rural: Dolor, muerte, asfixia hospitalaria, sufrimiento económico, restricciones largas y agotadoras, y demasiada incertidumbre. Pero es verdad que faltan muchos por vacunar, más de un 20% entre 20 y 40 años. Son los que se reúnen en las peñas que abrieron hace unas semanas, quienes se reencuentran en los masicos para sus celebraciones con familiares e incluso los niños más pequeños que no llevan mascarilla.

Hoy en esos actos simbólicos navideños se debería desconectar el enchufe de quienes no se han vacunado, apagar las luces de quienes no las tienen y mostrar gigantes sacos de carbón preparados para dentro de un par de semanas. Podría ser carbón de las cuencas mineras, donde la restauración de las minas cerradas en 2018 ya está terminando. Por suerte siguen encontrando en ellas hallazgos preshistóricos increíbles, los más grandes de Europa según Dinópolis informó esta semana tras los últimos descubrimientos fosilizados en ámbar. Sin embargo, no hay plan B para ellos. La mayor ilusión de los últimos tiempos, no si una importante inversión, fue ver jugar ayer al Utrillas frente al Valencia ante un campo a rebosar. Ningún proyecto estratégico de los que se presentaron ayer en el FITE 2021 les representa salvo dos millones de apoyo a proyectos empresariales aún por definir. De hecho, más de quince millones se van a Teruel capital ligados a proyectos públicos y sólo uno es para el Bajo Aragón histórico, donde Technopark recibirá 1,7 millones para la implantación del 5G, que permitirá atraer las pruebas que en teoría estarán ligadas al futuro vehículo conectado. Esos sí que serán buenos enchufes a encender, pero mientras llegan habría que plantearse una seria reflexión sobre cómo esos proyectos de dinamización territorial están haciendo crecer a la capital provincial frente al resto: aeropuerto (inversión histórica de 8,7 millones), Campus Universitario de Teruel, Dinópolis, Museo de la Guerra Civi y Centro de Bioeconomía Aplicada.

Pero es cierto que para que los proyectos no queden huérfanos deben tener madres y padres, alguien que los engendre y defienda. Habría que incluirlos en los deseos que se cuelgan en los árboles o en la carta navideña a los Reyes Magos, o a Papá Noél si llega antes. Encendamos hoy esa energía, que no solo vendrá ligada a las renovables sino junto al talento local. Siempre fuimos los locos, los emprendedores, los dinámicos del territorio. La mayoría de nuestros proyectos estratégicos surgieron de atrevimientos que nadie pensó que funcionarían. Ese talento unido a una buena gestión será la garantía de futuro. Para que salten chispas hace falta a veces alguien con un cable pelado.

Eva Defior. Sexto Sentido