Este fin de semana va a ser clave en la fase 1 de la desescalada. La libertad de movimiento provincial y las ganas de muchos por acudir a sus localidades natales o segundas residencias va a suponer un enorme reto en el que se deben redoblar los esfuerzos de los pequeños municipios por controlar el Covid-19. Quienes salgan de sus casas para acudir al pueblo deben tener muy presente que, en muchos casos, viajan a lugares libres de coronavirus y con una población muy envejecida. En aquellos pueblos donde el virus sí ha estado presente, el riesgo de contagio para todos sigue latente. Las cifras de seroprevalencia hechas públicas esta semana demuestran con claridad que un pequeñísimo porcentaje de la población, no más del 5% y muchísimo menor en áreas rurales, está protegido frente a la enfermedad. Además, resulta preocupante que el 26% de las personas que se han infectado sean asintomáticas. Muchos no saben si están contagiados y, al no padecer síntomas, es inevitable tender a relajarse. Por eso, ante un virus aún tan desconocido, no se puede bajar la guardia. Fase 1 no significa contagios 0. La cifra de fallecidos volvió ayer a repuntar y, pese a que ya estén permitidas las reuniones de diez personas y encuentros familiares, debemos seguir siendo muy exigentes, especialmente para evitar el contacto directo con nuestros mayores.

En este sentido va a ser clave la forma de gestionar la crisis sanitaria que desarrolle la nueva consejera de Sanidad, Sira Repollés Lasheras, cuya empatía y capacidad de emocionarse quedó ayer patente en su toma de posesión. Esta caspolina de hondo compromiso político familiar ligada al POSE y reconocida experiencia por su labor en el Hospital Clínico Lozano Blesa asume el enorme reto de afrontar la desescalada conteniendo los focos de contagio, reforzando la protección de los sanitarios aragoneses (un 13% han enfermado) y apoyando sobre todo a la atención primaria para el exhaustivo control de la pandemia. Su talante dialogante y su conocimiento del sector la sitúan como toda una esperanza para una gestión eficaz, transparente y basada en la realidad científica. Además, sus orígenes caspolinos, ligados a la figura de Florencio Repollés, su abuelo, redactor del estatuto de Caspe (1936), su padre, presidente de la DPZ, y su hermano, quien fuera alcalde caspolino, la convierten en buena entenderá de la realidad política más cercana. Además, la suerte ha querido unirla en esta circunstancia con la voz técnica de la pandemia en el Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, de su misma edad y con quien compartió veranos en Caspe y días en la universidad. Todo un honor para el territorio bajoaragonés y un buen augurio para la gestión de esta nueva etapa.

Editorial