No se puede pretender que el medio rural tenga absolutamente todos los servicios del Estado de Bienestar con los que cuenta una gran ciudad, ni siquiera los de una capital de provincia media. Del mismo modo que no puede pretenderse que una urbe disponga de las mismas zonas verdes, plazas de aparcamiento o servicios desmasificados que un pueblo. Sin embargo, sí que es exigible que los habitantes de los pueblos cuenten con unos mínimos imprescindibles. Dentro de esos mínimos está la asistencia educativa y sanitaria de calidad, que cubra todos los servicios y especializades previstos. En este sentido, la falta de especialistas del Hospital de Alcañiz es real, está provocando el cierre de consultas y traslado de pacientes a Zaragoza; así como que los médicos roten de forma constante impidiéndoles realizar un seguimiento de los pacientes esperable en algunas especialidades. Las plazas médicas existen, pero muchas están vacías. Por otra parte, algunos de los profesionales comprometidos desde hace años con el territorio carecen de plaza fija, y para optar a ella deberían dejar su puesto de trabajo y dedicarse a estudiar como hacen los jóvenes MIR. Ahora se enfrentan al riesgo de perder su puesto interino. La realidad de la falta de calidad en el servicio asistencial la conocen muy bien los pacientes que se ven sometidos a constantes traslados, listas de espera o retrasos que sin ningún género de dudas están postergando diagnósticos con las gravísimas consecuencias para la salud que esto supone.

Ningún gobierno autonómico ha sido capaz hasta ahora de abordar con valentía y seriedad la reordenación sanitaria de Aragón, atendiendo la realidad rural y las necesidades reales de los hospitales periféricos. Los planes de incentivos no funcionan para otorgar estabilidad a estos centros, y están siendo parches que, cuando se despegan, vuelven a hacer aflorar un problema estructural serio. La movilización el viernes de profesionales sanitarios en Alcañiz y otros pueblos pone de manifiesto un hartazgo real al que urge aportar soluciones. Estas medidas sólo funcionarán si están basadas en un análisis caso a caso de las plantillas médicas y un cambio en la normativa aragonesa que allane el camino a todos los profesionales que, además de la propia vocación intrínseca a este sector, también quieran arraigarse en el medio rural y estén comprometidos con sus habitantes como uno de los pilares básicos del bienestar.

Editorial.