Estoy seguro que muchos de vosotros, mis lectores, estaréis de acuerdo en que no es justo que muchas, muchas grandes e interesantes mujeres que por sí solas, por su valía, debieran figurar en todo tipo de libros y manuales, hayan pasado a la historia por ser la esposa o amiga o amante de… un hombre.
Aunque en algunos casos, como en este que os relato, la influencia de él fue determinante (pero sólo la influencia, pues su vida la manejó ella solita y de manera brillante).
Voy a hablaros de Milena Jesenská (Praga, 1896 – campo de concentración de Ravensbrück, 1944). Una mujer, en verdad, fascinante y vigorosa. Fue una reconocida periodista y escritora que formó parte de la élite intelectual que se reunía en los cafés de Viena: Robert Musil, Karl Kraus, Hermann Broch o Alma Mahler, entre otros. Con firmes ideas feministas, se rebeló contra el orden tradicional que quiso imponerle su padre, contra lo que su marido le exigía en su matrimonio, contra el papel secundario que se asignaba a las mujeres en las redacciones de los periódicos y en el mundo laboral, contra los límites impuestos al amor por la sociedad… Luego, cuando las tropas nazis invadieron Checoslovaquia, formó parte activa de la resistencia y ayudó a escapar a muchos judíos austríacos y alemanes (se dice que, como provocación, andaba por la calle con una estrella amarilla en el pecho, aunque ella no era de origen judío). Más tarde fue detendida por la Gestapo y enviada al campo de concentración de Ravensbrück, donde murió por una infección renal. Los testimonios de las supervivientes hablan de su conducta solidaria y valiente que ayudó a mejorar las condiciones de vida de las prisioneras.
Pero mucho antes de todo esto, en 1919, cuando Milena buscaba independizarse de su marido haciendo traducciones del alemán al checo, leyó un cuento titulado «El fogonero», de una tal Franz Kafka -que escribía en alemán-, y le escribió pidiéndole su autorización para traducirlo. Esta carta fue el inicio de una apasionada correspondencia entre ambos que durará dos años (1920-1922), en la que sólo tendrán dos encuentros personales. Sin embargo, esta breve relación amorosa e intelectual marcará la vida de ambos. Nada fue igual ya para Milena, se transformó: ganó confianza en sí misma, en su escritura, en su postura política de defensa del feminismo y de la democracia, y en su osada oposición al régimen de Hitler.
Y todo esto es lo que nos cuenta, con delicada emoción, la extraordinaria narradora y traductora, también praguense, MONIKA ZGUSTOVA en esta magnífica novela que os apremio a que leáis: «SOY MILENA DE PRAGA», en la cual nos devuelve la voz de una figura clave de la cultura europea que, lamentablemente, ha pasado a la historia como «la amiga de Kafka».
Cuando Kafka murió, Milena escribió para un periódico en Viena una de las notas fúnebres más bellas que se conocen: «…tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo».
Miguel Ibáñez (librero)