Alejandro Arbués Domingo (Alcañiz, 2002) tiene claro que el acordeón es su presente y también su futuro. Quiere dirigir su vida a sacar todo el partido posible a este instrumento que cogió por primera vez hace doce años y cuyas ganas de seguir indagando en él han ido creciendo a medida que lo conocía. El alcañizano termina curso académico en la recta final de su objetivo más inmediato: terminar bien el segundo curso en el Conservatorio Superior de Música de Aragón, lo que combinó con tratar de conseguir un buen puesto en el Concurso Nacional de Acordeón que se celebró en Santander.
Arbués ya atesora unos cuantos trofeos en casa. El Certamen Internacional de Acordeón de Arrasate en categoría júnior o premios de música de cámara como el que organiza el AMPA del Conservatorio de Alcañiz, son algunos de ellos pero no los únicos. «Aunque no es el objetivo, siempre es bonito recibir este tipo de premios y los concursos son una motivación más para seguir estudiando, trabajando y, sobre todo, para seguir aprendiendo», reflexiona.
Estos certámenes son punto de encuentro de los músicos, y en un instrumento como el acordeón no son demasiados, ya que como señala, en la música clásica no es de lo más habitual y no se suele encontrar en agrupaciones orquestales. Como instrumento solista, aunque va ganando presencia, no es todavía muy popular. «Compartes experiencias, conoces a gente maravillosa que está en tu misma situación y es un aliciente para seguir y mantener la motivación, que como en todos los ámbitos, siempre hay altibajos», añade.
El sinfín de posibilidades que tiene el acordeón es lo que fue enganchando a Alejandro cada vez más. Es común encontrar a un acordeonista tocando en las calles de cualquier ciudad, en una boda, en eventos de todo tipo o en conciertos de clásica, pero también de jazz, blues o pop. De hecho, fue uno de los artistas que actuaron hace unos días en el Primaverarte de Caspe, un festival en el que hubo espacio para todo estilo, y donde actuó también Isaac Balaguer al piano, su antecesor en EncontrARTE.
Lo que más trabaja es el estilo clásico pero en las actuaciones, por muy cortas que sean, le gusta mostrar los diferentes aspectos del acordeón, como es la parte más festiva de este instrumento, que es a lo que lo asocia el imaginario colectivo. Ese mismo imaginario lleva a pensar de forma inmediata en las teclas pero el que toca Arbués es el acordeón cromático de botones. Pulsando un botón, emite el mismo sonido abriendo que cerrando el fuelle; mientras que el diatónico el mismo botón podría ser dos notas. «El que llevo yo, va ganando más peso sobre todo en la música clásica, y tiene botones circulares en ambas manos», apunta.
Uno de los proyectos a los que dedica horas y que le hacen sonreír cuando lo menciona es Paraninfo Trío, una formación que comparte con Julen Murga y Oliver del Val, dos compañeros vascos del conservatorio. Ya han actuado y están abiertos a contrataciones. Se dedican a hacer repertorio para tres acordeones tanto original, «que no hay mucho escrito para tres acordeones clásicos», como transcripciones de otras obras, como por ejemplo, «Cuadros de una exposición», de Mussorgsky. Están trabajando en su montaje de esta obra original para piano de la que Maurice Ravel hizo una adaptación para orquesta y de la que ahora ellos la están haciendo para tres acordeones.
«Podemos coger diferentes obras de distintas épocas y adaptarlas», apunta, y reconoce que se lo pasan bien porque, aunque se ha desarrollado, el acordeón es un instrumento en el que todavía hay mucho campo para investigar. «No se utiliza tanto, no está tan visto, y compositores clásicos contemporáneos del siglo XXI lo están utilizando muchísimo. Creo que se va a emplear mucho en música de cámara con otros instrumentos, también como solista y ya empieza a haber algunas obras de acordeón con orquesta», señala.
Un mundo de posibilidades
Comenzó en Alcañiz, donde con siete años no consiguió entrar en piano y eligió acordeón porque «sería parecido». Con el tiempo ha podido estudiar piano y respecto a sus similitudes con el acordeón reconoce que «tiene su miga» empezando porque el piano es un instrumento de cuerda y el acordeón de viento. «El acordeón es mucho más reciente y podemos tocar piezas de piano muy antiguas, aunque la sonoridad es completamente distinta», dice.
Está seguro de que sus padres no imaginaban cuando lo llevaron a aprender música, todos los esfuerzos que vendrían después por parte de toda la familia. Ha merecido la pena porque Arbués no tiene dudas de que este es su camino. «Siempre me han apoyado y, desde intérprete a investigación o docencia, hay muchos ámbitos en los que poder trabajar y no me cierro a ninguno. Esto es aprendizaje y práctica diaria, llevo 12 años formándome pero me quedan muchísimos más por delante y muchos ámbitos en los que poder trabajar», concluye.