Con «Puta loca», la jatielina recupera el nombre de Cristinica, que es como la llamaban sus dos abuelas y desde que fallecieron, hace tres años, ya nadie la llama así. «Me niego, y además de que a diferencia de Cristina, no hay nadie más que se llame Cristinica Gómez, es una manera de recuperarlas a ellas también», sonríe.
La pérdida de estas dos personas tan importantes para ella fue uno de los duelos que tuvo que afrontar durante el proceso de escritura del libro y uno de los motivos -que no el único- que le llevó a aparcar el bolígrafo. Cinco años le llevó dar forma a ‘Puta loca’, pero ya es una realidad y llega en un momento en el que la enfermedad mental está empezando a dejar de ser un tema tabú a nivel social. A través del personaje de Carolina, Gómez narra su ingreso por una unidad de psiquiatría y el de siete pacientes. Unas historias que el público pudo conocer ya hace un par de semanas en la presentación del libro en Zaragoza, en un acto que congregó a familia, a amistades de Jatiel y de Zaragoza, además de asociaciones interesadas por el tema de la enfermedad mental.
Va sumando presentaciones y encuentros a la agenda todavía por concretar, uno de ellos será en verano en Jatiel, en su pueblo que siempre reivindica y que aparece en cada relato suyo, como también aparece en ‘Puta loca’. De momento, este sábado 11 por la mañana estará firmando ejemplares en la Feria del Libro de Zaragoza en el parque José Antonio Labordeta en la caseta 32-33 de la Asociación Aragonesa de Escritores, y el domingo, lo hará de 18.00 a 21.00, en la caseta 64 de la editorial Imperium. El libro se puede adquirir en la página web de la editorial y en cada vez más librerías y en las que no esté todavía, también se puede solicitar por encargo.
‘Puta loca’, muy directo ya el título.
Sí. Tenía que hacer referencia a la locura y puta es la palabra favorita de la protagonista porque está muy cabreada.
¿Por qué está tan cabreada? ¿Qué cuenta el libro?
En 2014 decidí ingresar en la Unidad de Psiquiatría, donde permanecí cuatro meses. Es el doble de lo que suele ser el tiempo medio pero con anorexia nerviosa hasta que no salen los análisis decentes no sales. Conviví con más pacientes de los que aparecen en el libro pero elegí siete historias. Aparece la biporalidad, tendencias suicidas, trastorno de anorexia pero no nerviosa, hay problemas de drogas, agorafobia… Los 33 primeros días estás aislada sin llamadas ni visitas y narro esos días hasta que la protagonista sale por primera vez 12 horas. Cuento la historia de ocho pacientes, cuatro enfermeras y además, salen dos psiquiatras y una psicóloga.
¿Quién es Carolina?
Empecé escribiendo como yo misma, como Cristinica, pero me resultaba demasiado duro volver a estar dentro. Decidí crear al personaje de Carolina, que aunque lo cuenta en primera persona, es ficción y eso hace que yo lo vea con cierta distancia. También me permite licencias porque casi todo es real pero hay cosas que están exageradas, hay conversaciones inventadas, cosas que no he puesto y otras que dice ella pero yo no las dije o no las hice. Y con las otras historias sucede lo mismo.
¿Por qué ingresó voluntariamente?
Porque no veía otra opción. A mí me dolía el estómago y la tripa y empecé a quitarme alimentos. Cada vez comía menos pero también perdía peso, algo que aunque no lo buscaba, no me importaba. Cada vez tenía más dolor y cada vez comía menos, pero como nunca dejé de comer del todo y no vomité, me auto-engañaba con que no me pasaba nada. Empezamos a buscar causas físicas con el médico, me hicieron gastroscopias, colonoscopias y un montón de pruebas y no salía nada. Hasta que me quedé en 37 kilos y con una situación en casa insostenible porque mi marido y mis padres estaban muy encima porque veían que me pasaba algo. Decidí ingresar porque lo vi como la única vía de escape.
Y se presentó ante las puertas amarillas ya famosas de la portada...
(Sonríe) Uf, y me arrepentí en cuanto crucé la puerta. Ahora agradezco haber pasado por allí pero las dos primeras semanas son horribles porque solo lloras. Yo solo sentía culpa y tampoco sabes por qué estás ahí. No estás así voluntariamente pero eso lo tienes que aprender, tienes que interiorizar que no lo has buscado, que no lo has hecho tú y que es una enfermedad.
¿Y por qué dio el paso de contarlo?
Primero por mí. Convives en veinte metros con todas esas personas. Las habitaciones se comparten de dos en dos pero solo puedes ir para dormir o a la siesta. Yo no duermo y la siesta la pasaba en la sala escribiendo lo que hacíamos y cómo funciona la unidad de psiquiatría en un cuaderno. Llené tres de anotaciones y desde el punto de vista periodístico me pareció interesante contarlo. Tenía información real, aunque hay partes ficcionadas porque no recuerdo todo al pie de la letra como el contexto o los nombres, que están cambiados pero al salir de allí no recordaba ninguno. Salir también es difícil porque estar dentro es muy duro pero una vez te acostumbras, es tu zona de confort. Al salir afrontas la presión social de tener que dar explicaciones y aprendes a decir ‘no’.
¿Cómo gestiona esa presión social?
No hay una causa, no hay culpables, le puede pasar a cualquiera y ahí dentro hay gente ingresada de todo perfil, incluso catedráticas. De los que coincidimos, ninguno teníamos un trauma detrás. Pero a este punto tienes que llegar, tienes que llegar a no buscar el motivo, a asumir que estás enferma y que no lo has buscado. Yo eso ya lo sé y sigo en tratamiento psicológico y psiquiátrico pero han pasado estos años y estoy bien porque ahora tengo las herramientas para actuar y detectar si algo pasa. Yo ya me conozco, y mi marido también, pero de cara para afuera una anorexia nerviosa como es mi caso no es una enfermedad con una justificación física. Me he escuchado muchos comentarios que no deben hacerse pero la gente los tiene interiorizados y pueden hacer mucho daño. Yo no le digo a la gente si está gorda, flaca o si uno está más calvo. Cada cual sabe lo que hay.
¿A algún lector le ha hecho pensarse esto de opinar tan alegremente del aspecto y vidas ajenas?
De momento no me lo han comentado pero espero que este mensaje cale porque pueden ser muy dañinos aunque se hagan sin ese ánimo. De hecho, es algo sobre lo que quiero escribir. Sí hay gente que me ha valorado que se traten varios temas, como la capacidad de decir ‘no’. Es una novela psicológica que hace replantearse cosas y también es divertida.
¿Falta esa cobertura de las enfermedades mentales en la sanidad?
Sí, y creo que faltan muchas herramientas en general para gestionar y detectar ya desde pequeños. Todos conocemos a gente que padece ansiedad o depresión y creo que es necesario trabajar más la empatía y las emociones. También pensando en evitar esos comentarios innecesarios volviendo a lo anterior.
¿Qué impresiones recibe del libro?
Son 600 páginas y hay gente que se lo ha leído en cuatro días. Dicen que engancha, que lloran y se ríen y yo también me llegué a reír escribiéndolo una vez tomé perspectiva del tema. Recibo mensajes de asociaciones y de madres de pacientes, que me dicen que les sirve para tratar de entender mejor lo que están pasando sus hijas, salvando las distancias porque cada caso es un mundo.
Y ese no era su objetivo inicial...
No. Lo hice porque necesitaba cerrar una etapa, algo que me he dado cuenta que es imposible, es algo con lo que conviviré toda la vida. Dejé el proceso se escritura muchas veces a lo largo de cinco años pero mi marido me animaba, él se lo iba leyendo y me decía que sin ser un libro de autoayuda le iba a servir a mucha gente.
Hay un homenaje a su pueblo.
(Ríe) ¡Siempre! Jatiel siempre sale aunque solo sea una mención. En este caso también es el pueblo de Carolina.
¿Tiene un relato que es ‘Jatiel existe’?
¡Sí! Sale en ‘Memorando’, un libro que también nos editó Imperium a cinco autores. De ese libro salió ‘Diez’ que escribí también acompañada.
‘Puta loca’ sale en un momento en el que se habla más de la enfermedad mental. ¿Casualidad?
Sí, estuve ingresada hace siete años y sale ahora en un momento que supongo que ayuda a hacerlo más interesante por el tema. Y yo misma, ya que me he lanzado, me estoy enfocando más a hablar. No era mi intención pero me han contactado algunas asociaciones, especialmente de trastornos de la alimentación porque se han disparado los casos entre un 30% y un 40% tras la pandemia. Haremos charlas, lo quiero llevar a institutos y haremos algo con la Universidad San Jorge, donde estudié. En verano lo quiero presentar en Jatiel.