Ángel Galve todavía recuerda el día en el que se inventó una especie de justificante para poder asistir como penitente a la Semana Santa de su pueblo mientras estaba en la mili. «Tenía que estar ahí», defiende. Es un momento que tiene grabado a fuego y que vino a su mente junto a otros tantos cuando le propusieron ser el pregonero de este año, un nombramiento que ha vivido como «un gran regalo».
Su implicación y su pasión por los tambores y bombos fueron este sábado la base de su pregón, acto con el que Andorra inicia de forma oficial su Semana Santa. Pero quien realmente lo protagonizó fue su familia, con quienes siempre vive estos días inolvidables. De todos ellos, en su corazón ocupa un lugar especial su padre Ángel, de quien todavía conserva su tambor; su hija Inés, con quien comparte la pasión por este instrumento, o su hermano Fernando, actual presidente de la Ruta del Tambor y del Bombo. «Entre nosotros existe una gran diferencia de edad, por lo que más que vivirla con él desde que éramos pequeños como otros siempre me he sentido muy orgulloso de su implicación en todo lo que es la Semana Santa», afirma. Sus vivencias con todos ellos estuvieron presentes durante su intervención en la Iglesia de la localidad.

Pese a que actualmente vive en María de Huerva (Zaragoza) por trabajo, Ángel Galve lleva desde su infancia dentro del mundo de la Semana Santa, con un papel principal que siempre ha estado ligado a la guardia romana, más bien conocidos en el municipio como penitentes. Inició porque en su momento quienes lideraban el grupo necesitaban nuevos participantes, y desde entonces siempre ha estado implicado. Son ya 42 años cumpliendo su cita con ellos como capitán, algo de lo que se siente especialmente orgulloso. «No concibo la Semana Santa sin vestirme de penitente. El ponerme el casco y colgarme la espada para mí es una especie de ritual», confiesa Galve.
Nunca ha faltado y nunca lo hará mientras pueda seguir participando, pero ya se emociona al pensar en quien seguirá sus pasos. «Mi sobrino Fernando solo tiene 12 años, pero ya tiene claro que quiere ser penitente también. Todavía es muy pequeño, pero cuando pueda entrar para mí sería un orgullo que fuera él quien ocupara mi lugar», expresa emocionado.
Antes de este momento se celebró el desfile de estandartes desde la plaza del Regallo, que estuvo acompañado por el sonido de los tambores y por los soldados romanos. Las cofradías entraron en la iglesia (abarrotada para la ocasión) de forma señorial. Tras el pregón los soldados romanos realizaron su toque de cornetas y tambores a las puertas del templo, y poco después el grupo de tambores y bombos deleitó a los asistentes con una exhibición magistral.