Puede que, como dice el poblano Segundo Bordonaba, ni el mismísimo Luis Buñuel hubiese podido imaginar un 50 aniversario como este para la Ruta del Tambor y el Bombo. Unas bodas de oro que pasan sin gente por las calles, sin túnicas tiñendo de negro, morado y azul los días y noches bajoaragonesas. Y sin tambores y bombos en cada esquina; celebrando los días grandes de nuestra tierra y sitiendo cerca a los que están, pero también a los que no están. Sin abrazos, caricias, ni comidas y cenas al calor de las familias y las cuadrillas.
Rodar una película en un escenario de crisis sanitaria con confinamiento incluido en plena Semana Santa se habría antojado complicado hasta para el mejor cineasta de todos los tiempos. Pero, nada más lejos de la realidad. Es la primera vez, desde que se creó la Ruta hace 50 años, que se suspenden las celebraciones más esperadas en los nueve pueblos del tambor y el bombo.
No obstante, si hay algo que representa los valores de nuestros pueblos es el coraje y la fuerza con la que nos enfrentamos a las adversidades. Lucha que, en estos casos, se materializa en forma de redobles incansables de bombos y tambores. Por eso, no han dejado de sonar desde que comenzó la Cuaresma y como manda la tradición. Porque una pandemia no echa por tierra una manifestación cultural a la altura de las más importantes y destacadas del universo. Eso lo dijo la Unesco en 2018 y lo han corroborado generaciones enteras en los últimos siglos -en Híjar todavía se celebran los cinco-.
El sentimiento que produce a los vecinos y vecinas de Albalate, Alcorisa, Alcañiz, Andorra, Calanda, Híjar, La Puebla, Samper y Urrea desempolvar sus tambores y bombos y redoblar sin descanso fue lo que llevó al hijarano Mariano Laborda en 1970 a convocar una reunión en Alcañiz para plantear la creación de la Ruta del Tambor y el Bombo; un espacio en el que dar voz a una tradición compartida pero con diferencias que la enriquecen todavía más. «Todo aquel que ama la Semana Santa y el tambor, le debe algo a Mariano Laborda», reconoce Miguel Franco, quien recogió su testigo en 1975.
Esa primera junta de la Ruta se celebró en la capital bajoaragonesa el 5 de septiembre y unas semanas después llegaron los primeros estatutos. En unos pocos años los nueve pueblos quedaban unidos para siempre bajo el paraguas de un mismo sello; y esos lazos suponían mucho más que una misma afición. Significaban compartir una tradición y un ADN que se ha hecho más fuerte cada día. «Es algo que siempre me gusta destacar, el principio de todo. Desde entonces, mientras he estado y por todo lo que me han contado, la relación entre todos los pueblos ha sido fantástica. Te puedo decir que el 99% de las decisiones se toman por unanimidad», dice el actual presidente de la Ruta, Fernando Galve.
En 1973 se empezaron a construir monumentos en los pueblos de la Ruta con baldosas de cerámica, todos alusivos al tambor y al bombo. Fueron la seña de la entidad y, aunque durante los últimos años se han levantado otros nuevos y mucho más modernos, las localidades todavía conservan aquéllos monolitos; incluso muchos de los toques comienzan o terminan junto a ellos.
La convivencia y el concurso de Híjar
Las Jornadas de Convivencia de la Ruta aún tardaron en llegar. Fue ya con la presidencia de Miguel Franco. Pero antes, en 1966, Mariano Laborda organizó el Concurso Nacional de Tambores de Híjar, cada Domingo de Ramos. Lo hizo para crear un punto de encuentro entre todos los apasionados por el toque y, durante los primeros años, fueron grupos de todos los pueblos de la Ruta los que participaron. El concurso fue adquiriendo protagonismo y, aunque ahora está más que consolidado y atrae a grupos de todo el país, ha perdido la participación de los pueblos de la Ruta, algo que se reivindica cada año y que en los últimos ha surtido efecto. Jóvenes calandinos o el grupo «Los Posesos» han acudido, entre otros, con ilusión al concurso estas últimas ediciones.
Sin embargo y sin ningún tipo de duda, el encuentro de la Ruta por excelencia son las Jornadas de Convivencia de la Ruta del Tambor y el Bombo, que van rotando para que todos los municipios sean anfitriones cada nueve años. La primera edición se celebró en 1976, con un pregón en el teatro de Alcañiz que congregó a cientos de personas. «Lo pronunció el catedrático calandino Miguel Sancho Izquierdo», recuerda Paco Navarro, calandino y miembro de la junta durante muchos años. «Pero lo que fue extraordinario de verdad fue la exaltación después en la plaza de toros. Ver la convivencia de bombos y tambores de todos los pueblos… fue muy emocionante», añade Miguel Franco, presidente de la Ruta en aquel momento. Subraya cómo evolucionaron las jornadas y celebra que se abrieran a todos los aficionados durante la noche del sábado, con la rompida. «Fue todo un acierto», reconoce.
En 1980 llegó el primer Tambor Noble, que se entregó a Andrés Aznar Bosque, «el tío Andrés» de Calanda, en La Puebla de Híjar. En 1981, el galardón fue para Mariano Laborda, y lo recibió en Samper de Calanda. Desde entonces, hasta 39 personas han recibido este máximo reconocimiento. En 1988 se añadió el premio Repercusión. La Ruta quiso reconocer a aquellos medios, personas o entidades que contribuyen a la difusión del ritual bajoaragonés. Heraldo de Aragón, La Comarca o Informe Semanal han sido algunos de los galardonados.
En ese sentido, el valor que la Ruta le ha dado a conseguir repercusión mediática ha sido fundamental para conseguir la internacionalidad. Pregoneros como Iñaqui Gabilondo (1998), la Duquesa de Alba (2006) -y de Híjar- o Mayra Gómez Kemp (2011) han contribuido a dar a conocer la tradición tamborilera del Bajo Aragón en todo el país.
En el recuerdo queda el cartel más emblemático de la Ruta que elaboró Antonio Mingote de forma gratuita en 1990 y que le dio a la Ruta una gran repercusión. Pero no ha sido el único artista que ha trabajado gratis para esta asociación. El disñador Miguel Franco -hijo del expresidente- también regaló el logotipo de la Ruta, la silueta de una persona tocando el bombo que ha recorrido el mundo entero.
Este año, para celebrar el 50 aniversario se ha estrenado un trabajo especial del ilustrador poblano Marcos Balfagón, que estos días ha hecho viral una de sus ilustraciones sobre el coronavirus.
1992: Sevilla y los Juegos Olímpicos
Si hubo un año que marcó un antes y un después en la Ruta del Tambor y el Bombo fue 1992. La Expo de Sevilla sirvió para que los tambores y bombos de la Ruta salieran por primera vez a tocar fuera del territorio y en un contexto diferente al de la Cuaresma o los encuentros. Y, el mismo verano, llegaron los Juegos Olímpicos de Barcelona. Algunos todavía lo recuerdan y se les pone la piel de gallina. «Es que verte ahí delante de tanta gente y con tantas cámaras… Fue espectacular», recuerda Fernando Galve. Miguel Franco recuerda el interés especial del entonces alcalde de Barcelona, Pascual Maragall (Premio Redoble 1993), porque los tambores del Bajo Aragón actuaran en la inauguración: «Fíjate, éramos el único grupo de fuera de Cataluña o alguno de Castellón».
Algunos recuerdan el ensayo en el Olímpico de finales de julio, con un calor de justicia y todas la barras de bebida alrededor del estadio y a la sombra, con sus grifos de cerveza fresquitos y sin vigilancia. «Luego no teníamos para pagar todo lo que se bebió…», recuerdan entre risas. La deuda quedó en nada. Después llegaron los viajes a ferias de turismo (Fitur, Feria de San Sebastián…), a la Expo de Zaragoza en 2008 y a diferentes zonas del país para numerosos eventos. También se conformó la Cuadrilla Oficial de la Ruta, un grupo formado por dos personas de cada pueblo que, aunque va cambiando, mantiene la esencia y compromiso que requiere. «Para mí, la cuadrilla de la Ruta es nuestra razón de ser», explica Javier González Sediles, expresidente de la Ruta. Y entre anécdotas y viajes se empezaron a fraguar verdaderos lazos de amistad entre familias y cuadrillas de tamboresy bombos de todos los pueblos.
El Consorcio Nacional
Pero los amigos del tambor no sólo se forjan en las fronteras del Bajo Aragón. La Ruta es considerada la primera iniciativa de hermanamiento entre los municipios de tradición tamborilera, pero en 1983 comenzó a fraguarse lo que hoy es el Consorcio Nacional de los Pueblos del Tambor y el Bombo, del que forman parte localidades de siete provincias (Albacete, Murcia, Castellón, Valencia, Córdoba, Teruel y Zaragoza). Ese año Mula organizó una «muestra de tambores» a la que invitó a todos los pueblos en los que se tocaba el tambor -incluídos los de la Ruta-. Finalmente sólo acudieron los de aquella zona, Agramón, Hellín, Moratalla, y Tobarra pero el germen se creó y, tres años después, unas Jornadas llegaron a Hellín.
Hoy, el Consorcio Nacional acumula una trayectoria de más de 30 años y en su dirección tiene un peso especial la Ruta del Tambor y el Bombo. Por estatutos, la figura del vicepresidente del Consorcio la ostenta el presidente la Ruta. «Además, el trabajo con el consorcio ha sido fundamental para conseguir el sello de la Unesco», relata Segundo Bordonaba, ya que la candidatura ha ido conjunta de las localidades con más tradición -incluidas las nueve del Bajo Aragón-.
Los títulos de la Ruta
Aunque los pueblos de la Ruta contaron con la declaración de Interés Turístico Nacional muy temprano, el resto de reconocimientos tardaron en llegar. Los nueve pueblos consiguieron la internacionalidad en 2014 y en 2018, al fin, llegó la declaración de la Unesco que, en este caso, lo que reconoce es el toque como manifestación cultural.
Estos últimos sellos llegaron acompañados del desarrollo y puesta en marcha del museo de la Ruta del Tambor y el Bombo, ubicado en Híjar. Se inauguró en la Semana Santa de 2018, meses antes de la declaración de la Unesco. La sala aúna tradición y cultura del toque de los nueve pueblos y tiene como objetivo desestacionalizar la Semana Santa. Está dividida en tres zonas. Una de ellas, está dedicada a la exposición, otra a la venta de material de recuerdo y la última, a contenidos audiovisuales e interactivos. El proyecto surgió en 2010 y, unos años más tarde, quedó latente su necesidad. «Vinieron un grupo de peridistas y reporteros de otros países a pasar la Semana Santa. Le pedí a un italiano que me hiciera una crítica y él me explicó que echaron de menos un espacio físico en el que poder escuchar, ver y conocer todo lo que habían sentido estando aquí aquellos días», destalla Bordonaba.
50 años después de aquella primera reunión en Alcañiz, la Ruta del Tambor y el Bombo es toda una institución dentro de la tradición tamborilera y sus toques son parte fundamental de la identidad cultural de esta tierra. La tradición de tocar el tambor y el bombo en Semana Santa se extendió en su día a Zaragoza -fruto del éxodo rural hoy enquistado en un problema demográfico grave- y hoy es un ritual en prácticamente todos los pueblos de Aragón. Eso sí, el origen siempre estará en el Bajo Aragón; con siglos de historia en torno a una Semana Santa íntima y sobrecogedora que este año, aunque por obligación, volverá a recuperar un silencio que sólo romperán los redobles.