Nacho Benito le dijo a su familia que antes de Navidad volvería a andar. Era agosto del 2020. El día 21, mientras circulaba con la bicicleta por el arcén de la N-232 a la altura del término municipal de Valjunquera, solo dos kilómetros después de dejar atrás Las Ventas de Valdealgorfa, un camión le golpeó la rueda trasera y salió volando por los aires. Ocupaba el penúltimo lugar de una hilera formada por su hermano y tres amigos más. El último, un poco más apartado del resto, fue el único testigo ocular. Era una recta muy larga. El conductor pegó un volantazo en dirección opuesta. Las pertenencias del accidentado alcanzaron a los que iban por delante. Se giraron: «¡Nacho!», «¡Nacho!», «¡Nacho!». En cuestión de segundos, el joven de 36 años había desaparecido.
Aterrizó en un mullido matorral de zarzas. Estaba inconsciente. Le costaba respirar. El casco que se había comprado la semana de antes pegándole un buen pellizco a su bolsillo le salvó la vida. Cualquiera diría que tuvo una premonición. Se rompió diez costillas, la escápula, la cadera y los pies. Una ambulancia le trasladó al Hospital de Alcañiz, desde donde un helicóptero le llevó al Hospital Universitario Miguel Servet de Zaragoza. Estuvo seis días en la UCI, despertó el segundo. Entró a quirófano dos veces: le operaron del húmero y de la cadera. No se podía mover. Estaba asustado. Nadie le contaba nada. Su pronóstico era grave.
Estaba en silla de ruedas y no podía cuidar de mí mismo. Que te tengan que hacer todo es muy duro
El viernes del accidente hubieran sido fiestas de Mazaleón de no ser por el covid. Sin pandemia, Nacho tampoco se habría subido a una bici dos veces por semana. Él jugaba al fútbol con el equipo del municipio. Aunque nació en Barcelona, tuvo claro desde pequeño que quería vivir en el pueblo de su madre. Así que cuando terminó la carrera de Ingeniería Técnica Industrial de Electricidad se mudó. Llevaba diez años habitando la casa familiar de sus antepasados cuando sufrió el accidente. «Cuando me dieron el alta después de un mes me fui a Barcelona a casa de mis padres. Estaba en silla de ruedas y no podía cuidar de mí mismo. El día a día lo llevé un poco mal. Hasta que no me puse de pie y pude ducharme, tenían que limpiarme. Que te tengan que hacer todo es muy duro», recuerda Nacho.
Comenzó a ir a un fisioterapeuta privado. «Menos mal», porque de la sanidad pública tardaron tres meses en llamarlo. Durante todo ese tiempo no hubo una ambulancia disponible para trasladarle a la consulta. «Hay cosas que no se pueden recuperar si no las atiendes al principio. Es una pena que no pongan más medios, sobre todo, en rehabilitación y pruebas diagnósticas», lamenta Nacho. No fue el único varapalo con la Seguridad Social. «No fueron capaces de ponerme una ambulancia de Zaragoza a Barcelona. Me dijeron que solo podían llevarme a Mazaleón porque era mi residencia habitual. ¡Pero si me hubiera quedado aquí, me hubieran tenido que poner una cuidadora las 24 horas!», explica el joven, todavía confuso por la respuesta negativa que obtuvo.
Al principio Nacho no confío en el proceso de rehabilitación. Estaba «enfadado» y «triste» porque «veía que le iban a quedar secuelas». Prácticamente «no se podía mover». Le dolía «todo». Se mareaba y no aguataba «ni veinte minutos sentado». Llegaba a casa «destrozado». Su actitud, sin embargo, dio un giro radical el día que empezó a mover un dedo. Habían pasado dos semanas de la primera sesión. Se animó «mucho» y cada vez más. El número de ejercicios iban aumentando y en casa trabajaba por su cuenta para «reducir los tiempos de rehabilitación». Ahora su cerebro le impregnaba con un mensaje muy diferente: «esto va a funcionar».
Antes de los villancicos y los polvorones, Nacho Benito comenzó a andar. La rehabilitación duró un año y medio. Primero, iba dos horas diarias, y los últimos seis meses, una hora al día. «Me encuentro al 90% de cómo estaba antes del accidente. Ya no voy a recuperarme más», sentencia. La movilidad del hombro izquierdo la tiene reducida como consecuencia de la fractura de escápula. El deporte diario sigue siendo su mejor aliado: «tengo que hacer estiramientos porque sino me noto con mucha rigidez». En el futuro próximo, no hay más operaciones a la vista. A largo plazo, la cadera «es una lotería». Los médicos no saben si aguantará cinco, veinte o treinta años. «Que me haya quedado tan bien es casi un milagro», reza Nacho. Aunque a la vista está que no hay milagro sin esfuerzo.
Hace tres semanas, Nacho se volvió a empadronar en Mazaleón. «Soy el habitante 501», dice con orgullo. Se fue como ingeniero y regresa como profesor. Le dieron la incapacidad permanente total porque en su trabajo anterior tenía que realizar esfuerzos. Así que se sacó un master para poder enseñar. En su garaje tiene ahora colgadas dos bicicletas, la del accidente, casi intacta salvo por la rueda trasera; y la nueva de montaña. «Me ayuda con la recuperación, al no generar impacto en la rodilla y la cadera», explica. Con ella, ya ha cumplido la promesa que hizo si se recuperaba: hacer el Camino de Santiago desde Roncesvalles (Navarra) junto a su hermano Antonio José y su amigo Fernando Colera, ambos presentes ese fatídico 21 de agosto de 2020. Por la carretera, Nacho no ha vuelto a circular con la bicicleta. No siente miedo, pero sí respeto. De hecho, cuando se produjo el atropello mortal en Barcelona el pasado mes de agosto, «le recordó que él podía haber sido uno de ellos».
Ahora valoro mucho más la vida. Me he dado cuenta de que la salud es lo más importante
«Ahora valoro mucho más la vida. Me he dado cuenta de que la salud es lo más importante y que las tonterías que muchas veces tildamos de problemas, en verdad no tienen gran importancia», reflexiona Nacho. En los días más oscuros, fue el calor humano lo que le iluminó. Sus padres, pese a ser mayores, «aguantaron» a su lado todo el tiempo mientras estuvo en el hospital. «Tenía miedo por ellos, por que no se contagiaran», confiesa. Sus vecinos de Mazaleón, que no podían visitarle por las restricciones del covid, le hicieron un vídeo «muy emotivo», que le insufló motivación. A día de hoy, la gente mayor le sigue parando por la calle para preguntarle cómo está. «Por cosas como estas, estoy enamorado de mi pueblo», reconoce.
Las gracias con mayúsculas son para el servicio de Urgencias de Alcañiz. «A ellos les debo la vida», dice con rotundidad. El verano pasado quiso conocer a sus salvadores, pero ninguno de ellos se encontraba en ese momento en el hospital. Allí le sugirieron que publicara una carta, y el pasado 23 de agosto, con motivo del segundo aniversario del accidente, Nacho envío su texto de agradecimiento al periódico La COMARCA. «Cuando veo por las noticias que el gobierno recorta en servicios de urgencias se me hace un nudo en el estómago, pensando que, si a alguien le vuelve a suceder algo similar, no podáis llegar a tiempo por la falta de recursos. No es que España tenga una gran sanidad, es que por suerte tenemos a los mejores trabajadores que la desempeñan», les dijo. A Nacho le encantaría ponerle cara a cada uno de los profesionales que le atendieron: «Si me estoy tomando un café, y tengo al lado a la persona que me salvó la vida, quiero saberlo».
Sole dice
Olé tú energía positiva y tú fuerza de voluntad,eres un ejemplo para todos.
Miguel dice
Bravo chaval. Me alegro de esa fortaleza mental que tienes. Sigue entrenando y veras como tus articulaciones y tu cuerpo en general mejora. Continuar haciendo ejercicio es muy importante, eres muy joven y te recuperaras totalmente.
Por cierto, espero que al conductor que te causó estos daños le hayan metido un buen paquete , aunque la ley en este sentido es muy laxa, una pena.