Pinta sobre un lienzo tan vivo y cambiante como es la piel. Mario Lázaro Lombarte (1994) se dedica desde hace más de diez años a dibujar deseos destinados a durar para siempre en la piel de quienes se ponen en sus manos que con buena destreza manejan las agujas entintadas. Pronto cogió la primera. Y es que siendo un adolescente estudiante de Bachillerato de Artes se le se presentó la oportunidad de probar en Ugly Duckling y ya lleva nueve años en estudio zaragozano.
Nacido y criado en Zaragoza, todos sus fines de semana y sus veranos huelen al frescor de Torrevelilla. Era uno de tantos niños a los que sus padres «aparcaban» allí las vacaciones en la casa familiar. «Torrevelilla es mi pueblo, de pequeño sobre todo no salía de allí», añade divertido. «Era un crío que siempre estaba dibujando. Siempre, en clase, a todas horas…», recuerda. Lo de dedicarse al mundo ‘tattoo’ le llegó con la propuesta de ser aprendiz en el estudio. «Siempre me había gustado la estética y cuando me metí de lleno en ello, lo vi claro. Ya me compré el típico kit y empecé a practicar», cuenta. Primero sobre pieles de plátano, naranjas y sintética y después ya sobre la de sus amigos. Así fue mejorando y sintiéndose cada vez más seguro. Dejó el kit y ya le cogió el truco a la herramienta y sigue en evolución. Reconoce que en casa su decisión resultó cuanto menos extraña pero pronto se «normalizó». No recuerda con certeza su primer tatuaje en una persona desconocida, pero sí las sensaciones. «Nervios, incluso ya la noche de antes los sientes según el encargo», comenta.
Ese gusanillo no lo ha perdido porque cada tatuaje es una obra única y personal tanto del cliente como del tatuador. «Me gusta hacer mis diseños y cada uno tenemos nuestra seña. Sienta bien cuando alguien te dice que ha visto un tatuaje y ha adivinado que era tuyo al verlo», sonríe. No obstante, realiza sus diseños y también los encargos más populares o comerciales. «Si te piden algo muy concreto poco puedes hacer, pero si quieren una mujer con una pantera, hay cientos, y ahí puedes darle tu punto», revela. Entre el realismo, oriental, geométricos, sombras y un largo etcétera de opciones, la especialidad de Lázaro es el tatuaje tradicional, también llamado «old school», tanto en blanco y negro como en color. Antes de la aguja, sus diseños pasan de su cabeza al iPad, donde aboceta y juega con las dimensiones tirando de más a menos. Siempre es más fácil simplificar detalles si en lugar de para la espalda es para un antebrazo.
El mundo tatuaje es casi tan antiguo como el ser humano y se hace comunidad. «Tengo amigos que conocí al ser clientes», apunta. Una de las amistades que le ha dado este mundo es Héctor Vidal, el calandino que le precede en EncontrARTE. Su interés histórico y artístico es tal, que el tatuaje protagonizó una exposición en Zaragoza que pudo verse durante meses hasta comienzos de marzo en el Caixa Fórum. «En cada cultura se le ha dado un trato diferente. A los sentidos de poder, de jerarquías, misticismo o el que cada uno le da, se añade el estético. Queda recorrido para su plena aceptación pero entre toda clase social gana adeptos y cada vez es más difícil encontrar a gente que no esté tatuada», concluye. Una buena muestra de sus trabajos puede verse en sus redes sociales, tanto a través de Facebook como de Tik-Tok y especialmente Instagram, una de las vías por las que más le suelen conectar.