El primer Congreso Internacional de Educación y Diversidad -organizado por la Cátedra Caja Rural de Teruel para el desarrollo del talento y personalización del aprendizaje con la colaboración de la Oficina Universitaria de Atención a la Diversidad (OUAD)-, tendrá lugar los próximos días del 10 al 12 de abril en Teruel. Tiene el objetivo de fomentar el intercambio de conocimientos y experiencias en el ámbito educativo. Habrá 9 ponencias y una de ellas será la del psiquiatra experto en adicción a las pantallas Matías Real López.
Su ponencia en Teruel llevará el nombre de ‘Pantallas y Salud Mental’ ¿Cómo va a acotar este tema tan amplio?
El enfoque de la conferencia es compartir información y reflexiones sobre cómo la interacción con las pantallas interactivas en determinados momentos de nuestro periodo evolutivo tendrá consecuencias distintas. No es lo mismo hacerlo con 40 años que con tres años. Es importante señalar que como sociedad estamos experimentando un periodo de reflexión colectiva.
¿A qué nos referimos exactamente con adicciones a las pantallas? Parece una idea ambigua.
Esta es una pregunta fundamental. Las adicciones cumplen unas determinadas características pero el uso masivo que tenemos en la sociedad y, especialmente, entre los niños y adolescentes es tan extendido que no se trata tanto de cumplir o no cumplir con determinados criterios de adicción sino de comprender como ese uso tan extendido a determinadas edades genera determinadas repercusiones en el desarrollo. Hablamos de personas que le dedican cada vez más tiempo a estas pantallas y que si no tienen acceso a ellas tienen ansiedad anticipatoria y que si se les intenta limitar el uso generan reacciones que van desde ansiedad hasta agresividad importante. Se le suma el dejar de lado las actividades diarias que pueden ir hasta las más básicas: alimentarse con normalidad, acudir a clase, ducharse…
¿Existe una diferenciación concreta dentro de este tipo de adicción?
Desde un punto académico, posiblemente sí. Pero debemos ir más allá y reflexionar sobre la era digital en la que vivimos. Es el primer periodo en la historia en la que las tecnologías de la información y la comunicación tienen un peso tan relevante. Está produciendo cambios en distintas áreas de nuestra vida. Se han diluido las fronteras entre lo biológico, lo analógico o lo digital. Ahora nos reunimos por videollamada a miles de kilómetros y en diferentes husos horarios. El contexto en el que se están produciendo todos estos cambios en el que la interacción con las pantallas esté omnipresente hace que las fronteras entre elementos como las redes sociales o una aplicación de compra no estén tan claras. Todos esos elementos comparten funcionamiento y son muy adictivos.
¿Debemos tener miedo a las redes sociales y a los videojuegos?
Debemos ser conscientes de como funcionan y como nos generan esa interacción. Tenemos superado como sociedad que el alcohol o el tabaco son situaciones en las que en la vida adulta una persona con toda madurez e información puede elegir o estar preparado para consumir o no esos productos. Con el uso de esta tecnología ocurre algo similar. Hasta ahora parecía que su uso era neutro y que dejárselo a nuestros hijos no tendría consecuencias. Nuestra experiencia y todos los estudios científicos están observando que esta exposición no es gratuita.
¿Qué consejo le daría a un padre o a una madre?
Que reflexionen. La inmensa mayoría cuando tenían la edad de sus hijos no tenían acceso a esas pantallas pero ahora como adultos si son capaces de utilizar esas herramientas. No es verdad eso que nos dicen de que si no se emplean en edad temprana quedamos desconectados.
Cautela pero sin obsesión.
Sí, por otro lado hay que tener en cuenta que, a priori, aunque nuestros hijos tengan alguna interacción en algún momento con estas pantallas tampoco le va a suponer una catástrofe. Eso sí, siendo conscientes de que no podemos dejar en manos de la interacción virtual esas funciones que deberíamos cumplir nosotros: lectura, paseos, interacción analógica y pasar tiempo con nuestros hijos. Somos seres sociales.
¿Es la población joven la más vulnerable a las pantallas?
Sí, sin duda. En nuestro desarrollo debemos pasar unas determinadas fases en las que en función de nuestra maduración biológica estamos preparados para adquirir ciertas capacidades y para tolerar adversidades que en la vida cotidiana se nos va presentando. De primeras no estamos preparados para tolerar, por ejemplo, las frustraciones. Se va adquiriendo. «Esto no se hace, por aquí no, ahora toca esto no esto». Cuando nos dicen eso como niños se va generando una frustración que nos prepara para el futuro. Por otro lado, si pensamos como funcionan estos dispositivos vemos que no permiten ningún momento de vacío ni de frustración. Si ponemos a nuestro hijo una canción y no le gusta deslizamos el dedo y pasamos a la siguiente. Se transmite un mensaje en el que cualquier malestar interno lo calmamos con algo externo y buscando algo que nos guste rápidamente.
¿Puede marcarnos de por vida una adicción de este tipo a estas nuevas tecnologías?
Es el gran reto al que nos enfrentamos. Hoy en día hay toda una generación que ya ha nacido en esta era digital y que se están enfrentando a estas tecnologías justo cuando sus capacidades biológicas todavía no se han desarrollado. La duda es que nos vamos a encontrar cuando todas estas personas alcancen la edad madura. Posiblemente muchas de las crisis adolescentes que estamos viviendo en nuestros tiempos tienen que ver con el no haber adquirido esas herramientas para gestionar la frustración interna. Son mecanismos de autorregulación que tenemos que ir adquiriendo. Si nos encontramos a toda una población que han crecido de esa manera no sabemos que nos toparemos.
¿Hay alguna correlación con respecto a estas adicciones con respecto a trastornos mentales como la ansiedad o la depresión?
Desgraciadamente sí. Cada vez hay mas datos que así nos lo corroboran. Por un lado tenemos correlaciones que señalan a determinadas redes sociales como Instagram donde lo que prima es la imagen y que termina empeorando trastornos de la conducta alimentaria o repercutiendo a una mayor insatisfacción corporal. También algunos datos señalan que estas pantallas han incrementado las situaciones de acoso o de extorsión sexual que generan malestares emocionales importantes. El temor a no estar a la última también puede crear cuadros afectivos de ansiedad.