Hace unos años y sin saber muy bien cómo, Fernando Brun (Foz Calanda, 1959) comenzó a dar segundas oportunidades a materiales que ya en el final de su vida útil no encontraban otro destino que un desguace. Lo primero que salió de sus manos fue una moto a la que dio vida ensamblando varias piezas que por separado habían perdido su función y misión.
Aquello fue en 2016 y detrás de la moto llegaron las siguientes figuras a las que desde entonces da vida en un taller en la casa de sus padres en Foz. Es una de tantas casas de pueblo en las que acaban por acumularse artículos de todo tipo. «Más en una de agricultores como ha sido la mía. Mi familia se dedicaba al campo y yo me he dedicado al mundo de la reparación y mantenimiento de máquinas para la minería, por lo que siempre he trabajado el metal y me gusta», explica.
Brun le da una segunda vida a todo lo que puede porque no siempre sale lo que parece que puede salir. «Depende del material del que dispongo en ese momento hago una escultura u otra, yo no decido lo que voy a hacer, es la pieza la que me lo sugiere», reflexiona. Recicla desde planchas hasta cafeteras, pasando por piezas de coches, motos, tractores, cuberterías, aperos de labranza… Todo. «A veces no puedo hacer la idea porque con lo que tengo en ese momento no puedo continuar, así que, lo dejo estar y empiezo con otra cosa», sonríe. Brun, que está afincado desde hace años en Calanda, sigue yendo a Foz a su taller aunque asegura que no pierde mucho tiempo con cada creación.
Tiene a mano una soldadora de arco, tres amoladoras pequeñas y un taladro con un cepillo de púas. Con esta herramienta limpia de grasa y óxido y saca brillo a las piezas, «que a veces es lo más costoso del proceso». Un ejemplo son las plumas del indio sentado que preside la entrada de su casa que están hechas con tapajuntas de tarimas. Una vez despojadas del óxido y el pegamento y descubrir el color y acabado del latón, le sugirieron ser plumas. Después de hacerlas probó con la cabeza y el rostro, algo que reconoce que sí le cuesta más. «Las caras son complicadas», apunta. Trabaja a base de prueba error, ya que al no saber qué piezas usará ni qué figura saldrá, no hace tampoco un diseño previo sobre papel. Las proporciones también se las da el proceso. «En el caso del indio, las plumas ya me marcan el resto de tamaños para que haya un equilibrio», añade. En este tipo de arte que practica Brun también entran en juego las perspectivas y depende desde el lado que se miren, se verán de una forma u otra.
Calcula que tiene unas 200 esculturas, de las que en Navidad expuso en Calanda 159. En ellas hay propuestas minimalistas y otras con más detalle pero sin caer en la sobrecarga. «Al final, es doblar un poco por un lado y añadir otra cosa por otro para que tome la forma de la figura que me ha sugerido y poco más. No me gusta disimular qué material es, quiero que se reconozcan las piezas ensambladas», dice.
Creatividad y experimentación
Brun es capaz de convertir una maneta de bicicleta infantil en el gatillo de un trabuco; de hacer que una vieja máquina de coser sea el cuerpo de un tractor o que las palas de dos azadas sea una pareja que se abraza. Recuerda que lo que él hace ya estaba inventado de épocas pasadas cuando una herradura fácilmente pudo haber sido antes una espada. «El hierro ha sido muy reciclado a lo largo de la Historia y hay piezas, como las de herrajes, que pueden tener cientos de años», cuenta. No sabe de dónde le viene esta afición aunque en casa dicen que siempre ha tenido «una faceta muy artística». De hecho, le gusta hacer fotografías y hace años, algún juguete también salió de sus manos.
Toma el testigo en EncontrARTE de Manolo Cirugeda, una persona con la que comparte inquietudes artísticas. Reconoce que cuando empezó con los ensamblajes no conocía a nadie que se dedicara a lo mismo. «Si entras en internet verás que hay muchísima gente que lo hace, cuando lo descubrí casi fue un alivio porque vi que ya no estaba solo», ríe. «Yo me lo paso bien. A mí me gusta experimentar y si algo me llama la atención, probar a ver qué sale, o probar a mejorar cosas», concluye. Sus trabajos los recoge en su página web creada de forma reciente.
Lo increíble de su obra te hace ver que de sus manos, su cabeza y su corazón, sale ARTE.