La enhorabuena le dieron desde el público a Juan Carlos Peguero por sacar tan buen partido de su terraza. Con una sonrisa, y sabiendo que es cierto, agradeció el cumplido el de Ariño, que hace casi una década empezó a mirar de una manera muy diferente el cielo. Sino diferente, sí de un modo más curioso y sobre todo, dando el paso de satisfacer esa curiosidad que le despertaba lo que iba descubriendo sobre su cabeza.
Con el tiempo, mucho tiempo, y con una inversión en equipos, Peguero se ha convertido en un astrofotógrafo que no perder de vista. De hecho, el pasado año fue galardonado internacionalmente con una medalla de oro y tres menciones en el Canarian Photo Awards en la categoría de Fotografía Nocturna y Astrofotografía. Este jueves dio algunas claves en el teatro de Alcañiz como broche a la primera jornada del V Curso de Periodismo. A modo de conferencia-taller, fue mostrando creaciones y explicando la trastienda de cada una. «La noche es traicionera», advirtió. «Lo más importante para hacer una buena foto nocturna es no caerte», añadió. Mostró fotografías de noche en medio de la nada e iluminadas. Pero, ¿cómo puede ser eso? En unos casos, basta con mover una linterna y quedarse quieto 30 segundos para que el temporizador dispare y capte la imagen. El resultado son árboles iluminados desde abajo y desde arriba con las estrellas. O campanarios de los que emanan luces en pueblos que no dudó en dejar completamente a oscuras -previo permiso de la autoridad- para captar toda la luminosidad de las estrellas y la Vía Láctea. Del campanario salía luz porque él se ocupó de hacer efecto rebote desde fuera con una linterna.
Muchos trucos y muchas claves fue dando de unas fotografías que a nadie dejan indiferente. Menos, cuando las ubica en la provincia turolense y especialmente en el Bajo Aragón Histórico. «Lo primero es conocer el cielo», dijo. Masicos o árboles por los que transita cualquier persona y en los que no repara. Otras fotografías se las queda para la historia, como la que tomó de la Central Térmica de Andorra dos madrugadas antes de la demolición de las tres torres. Esa foto, con la Vía Láctea en el centro, también tiene su historia. «A veces los vigilantes de seguridad no se creen eso de que estés ahí haciendo fotos, aunque ya me van conociendo en la zona», dijo e hizo reír a los presentes que seguramente se lo preguntaron también.

Peguero puso de manifiesto la importancia de la planificación de la foto con el escenario, yendo incluso a probar de día y de noche para asegurar. «En el caso de la central yo sabía que una noche a una hora iba a tener la Vía Láctea ahí, y por eso tenía que ser en ese momento y no en otro«, comentó. Hasta que ya entró en juego un telescopio, las fotografías hechas «son las que puede hacer cualquiera con un equipo básico, pero con paciencia», apuntó.
El telescopio llegó a su vida cuando ya se interesó por capturar los objetos más lejanos. «Mi cámara es como una máquina del tiempo porque yo recibo la luz del objeto como fue hace miles o millones de años», reflexionó. Peguero conoce bien el movimiento de la Tierra y el comportamiento de «lo que hay fuera», le dedica horas de estudio y observación. Mientras, tiene su trabajo. «Todo esto es a lo que me dedico en mi tiempo libre», sonrió. La ponencia, apoyada con vídeos y por supuesto, muchas fotografías, despertó el interés del público que le planteó sus dudas sobre cómo tomar fotografías. Especialmente, en estas noches de la Superluna Azul. Peguero recordó lo que se había dicho ya en el día, que «de azul nada». «Hay mucho márquetin con estos fenómenos», dijo divertido antes de invitar a dar el primer paso: «a las nueve y media tenéis que estar preparados para verla».
El de Ariño ve la vida a través del visor de su cámara de fotos pendiente de cometas, supernovas y estrellas como el Sol, del que también enseñó alguna imagen más que impactante. Con su máquina del tiempo las acerca al común de los mortales a los que hace un poco más conscientes de la inmensidad de lo que rodea a esta nuestra Madre Tierra.